I

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Cuando la princesa Aenyra nació, fue una noche del 114 d.C, la princesa Rhaenyra se había puesto de parto desde la noche anterior, rogándole a los Dioses piedad y fuerzas para conocer el rostro de su pequeña.

Su esposo, Ser Laenor Velaryon no se había despegado de su lado desde que se había enterado, los rumores sobre una posible muerte habían alertado sus oídos.

—Mi princesa, puje otra vez.

Rhaenyra gritó, sintiendo los rugidos de Syrax, apretando las sábanas que estaban debajo de su persona.

—Princesa por favor, ya falta poco, ya podemos ver su cabeza.

—¡Mi hijo no sale desde ayer! —Rhaenyra gritó. —¡No me digas qué ya ven su cabeza!

Las parteras guardaron silencio, anteriormente habían traído a Jacaerys, el primogénito de la princesa y a su hijo del medio, Lucerys, no habían presenciado un parto tan doloroso y tan duradero como el de la princesa en ese momento, temerosos por su vida y el del infante.

Después de la muerte del príncipe Baelor, el hermano menor de la princesa Rhaenyra, no se había vuelto a presenciar la muerte de un infante durante un parto.

Temiendo por la vida de la princesa y su infante.

Rhaenyra gruñó, intentando respirar, jadeando, volvió a pujar.

Laenor evitó hacer un gesto, escuchando como las extremidades de su esposa se abrían ante la cabeza de un nuevo hijo.

—Puje otra vez princesa.

Rhaenyra cerró sus ojos con fuerza, suspirando, pujo una vez más.

—Una niña princesa.

—Una amorosa madre. —celebró una de las parteras, un ruido contra el muslo del bebé se hizo presente, junto a un llanto.

Rhaenyra sonrió tomando a su hija en brazos, besando su frente.

Laenor se acercó, una niña morena, con hebras platinas había nacido.

—¿Quieres cargarla? —Rhaenyra sonrió, Laenor la tomó en brazos, sonriendo mientras la mecía en sus brazos.

—Princesa. —Melinda abrió las enormes puertas. —la reina solicita la presencia del bebé, ahora mismo.

—¿Por qué? —Rhaenyra gruñó.

—Sí la reina quiere ver a la nieta del rey, que le diga al rey que venga ella. —dijo Laenor sin dejar de mecer a su hija.

—Yo iré.

—¿Has enloquecido esposa? Acabas de terminar tus labores, no voy a permitirlo.

—A Alicent no le importa Laenor. —dijo la peliblanca incorporándose. —ayúdenme y a mi hija.

—Puedo ir esposa, tú acabas de terminar...

—Iremos ambos Laenor, no discutiré más. —dijo y Laenor guardó silencio, el estar casado con Rhaenyra le había demostrado que no debía de contradecirla.

Ambos subieron las enormes y largas gradas de piedra, bajo las miradas de todas las personas, murmurando y dudando de su legitimidad, para buena o mala suerte de los padres, la capa que cubría la cabeza de la menor quedó al descubierto, dejando sus hebras blancas a la vista de los presentes.

—Felicidades mi princesa, es una hermosa bebé.

—Gracias mi lord.

—¿Desea qué le ayudemos?

—Descuiden, estamos bien. —dijo sin dejar de subir las enormes y largas gradas, llegando a los aposentos de la reina.

—Rhaenyra, tienes que descansar después de tus labores.

Aenyra - Aemond Targaryen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora