Hacía exactamente treinta minutos había llegado al espacioso y lindo departamento que compartía con Max, desde antes de que decidieran, felizmente, unirse en matrimonio.
Era un cálido lugar que a sido testigo de cada uno de sus mejores y peores momentos juntos. Considerando que, para él, este era uno de los peores momentos que han atravesado a lo largo de toda su relación.
Recostado sobre la bonita isla de mármol de la cocina esperando a que la lasaña para la cena terminarán de cocerse, se mantenía perdido en sus pensamientos, todos y cada uno de ellos rotando entorno al amoroso hombre de pelo castaño y atractivo delirante que tenía como esposo.
Ese mismo que estaba a nada de provocar la extinción masiva de todas sus neuronas.
Incluso era triste ver como su sillón favorito lucía tan organizado, limpio y desolado, siendo ese uno de sus lugares favoritos de la casa para tener sus encuentros sexuales.
Irónicamente, fue en ese lugar que se encontraron íntimamente por última vez, antes de que Verstappen diera un giro de 180 grados a toda su estabilidad sexual.
No lo juzguen. Después de todo seguía siendo un hombre con deseos y necesidades carnales, sometido al castigo diario de tener que ver como Max se cambiaba descaradamente frente a sus ojos sin poder tocarle ni un solo pelo.
Todo esto solo contribuiría a que, próximamente, le salieran canas verdes en el culo por la desesperación.
Salió de su ensoñación al escuchar como el horno pitaba en señal de que la lasaña que había metido ya estaba cocida, se dio la vuelta y tomó los guantes de cocina térmicos sacándolo del horno, y sonriendo con satisfacción por el color y aroma exquisito que este tenía. Camino hasta la reducida pero elegante mesa de caoba pulida y dejo la carne sobre este, devolviéndose al mismo tiempo para traer uno de los mejores vinos que guardaban en su colección y dos copas enormes.
Cuando ya había terminado con toda su labor culinaria, se recostó sobre el sofá liso enfrente al gran ventanal que demostraba los enormes y elegantes edificios de la ciudad, distraído en como el sol iba bajando y las nubes reinaban en el cielo azulado.
En el momento en que se iba a levantar para tomar un baño antes de que Max llegará, pateó accidentalmente su bolso haciendo que todo lo que tenía dentro se regará en el piso, pero recogiendo el desorden rápidamente.
Se agachó para tomar su teléfono, siendo eso lo último que faltaba por recoger, pero de inmediato notó la tarjeta con el número del consultorio que le había dado Carlos horas antes, justo debajo de su teléfono.
Pensó que esa, probablemente, era una señal divina que le gritaba la solución de todo ese embrollo.
Miró la tarjeta con detenimiento durante algunos segundos, tal vez minutos, dudoso y temeroso de lo que estaba apunto de hacer. Estaba nervioso porque no sabia qué decir o qué iba a pasar, eso no podía siquiera negarlo, pero se tranquilizaba a sí mismo sabiendo que lo hacía con tal de salvar su matrimonio antes de que fuera tarde.
Con un pequeño asentimiento y abultando sus labios en un inconscientemente puchero, tomó el teléfono entre sus manos y marcó sin dudar el número, colocándolo inmediatamente en su oído, sintiendo sus manos sudar mientras pasaba el primer pitido.
Siendo en el tercer pitido, que la llamada fue contestada.
-𝘊𝘰𝘯𝘴𝘶𝘭𝘵𝘰𝘳𝘪𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘋𝘰𝘤𝘵𝘰𝘳 𝘎𝘢𝘴𝘭𝘺 ¿𝘌𝘯 𝘲𝘶é 𝘭𝘦 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘰 𝘢𝘺𝘶𝘥𝘢𝘳?- al otro lado de la línea se escuchó una voz suave y animada, pero Sergio aseguraría que no era de una chica.
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Bottom | Perstappen
FanfictionSergio al ver que Max ya no está mostrando el mismo interés que unos meses atrás en el ámbito sexual, decide visitar un sexólogo, y este le recomienda un cambio. Ser el 𝐩𝐚𝐬𝐢𝐯𝗼 había sido la mejor idea que pudieron haberles dado en años... Está...