~𝙲𝚘𝚗𝚟𝚎𝚛𝚜𝚊𝚌𝚒ó𝚗~

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𝐀𝐝𝗼𝐧𝐢𝐬: 𝐡𝗼𝗺𝐛𝐫𝐞 𝐣𝗼𝐯𝐞𝐧 𝐝𝐞 𝐠𝐫𝐚𝐧 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐞𝐳𝐚 𝐟í𝐬𝐢𝐜𝐚.

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Luego de salir del consultorio del doctor Gasly, se encaminó directamente al restaurante donde Max lo esperaba para cenar y pasar una velada tranquila disfrutando de la compañía, y cariño mutuo que destilaban.

Seguro beberían unas cuantas copas de vino, teniendo conversaciones profundas o bobas como lo hacen cada que se emborrachan, y en esa oportunidad, el mexicano estaba decidido a confirmar las teorías que él y el doctor se habían planteado en el consultorio.

Pero, en momentos como esos, Sergio sólo se preguntaba cómo Max y él llegaron hasta esas circunstancias tan críticas.

Desde el inicio de la relación fueron bastante abiertos con sus necesidades y gustos, prometiendo siempre hablar en cuanto desearan probar cosas nuevas y si ambos estaban de acuerdo lo realizarían. Sólo quería saber por qué si las teorías llegaban ciertas Max no le dijo que deseaba probar ser el activo.

En realidad no era como si Max se fuera a negar rotundamente a la idea.

Primeramente, ya una vez había probado ser el que recibía, y debido a esto, cada que se pasaba de copas se imaginaba a sí mismo siendo doblegado por el de hebras castañas, actuando sumiso ante sus toques y llamándose por apodos sucios y lascivos.

Verstappen tampoco ayudaba mucho, si cuando estaba en igual estado de embriaguez, tomaba las riendas de todos los besos y toques. Aunque minutos después, le cedía el mando a Checo al no poder continuar el ritmo debido a su estado.

Aceptaba, en silencio, pero con orgullo, que esa es su mayor fantasía sexual.

Camino un poco más entre las mesas de aquel lugar, divisando esa inconfundible cabellera castaña entre la multitud. Acercándose con rapidez ante la creciente y misteriosa ansiedad que se generó dentro suyo por estar cerca de él lo antes posible.

-𝘊𝘩𝘦𝘤𝘰...- dijo Max inmediatamente vió a su esposo acercarse a la mesa, levantándose para dejar un corto y tierno beso sobre sus labios.

-¡𝘔𝘢𝘹𝘪𝘦!- exclamó Sergio, con una sonrisa enternecedora hacía el contrario al verlo tan feliz con su llegada.

Pierre tenía razón. Debía confiar en Max, y si este lo amaba tanto como se lo demostraba con esa simple pero hermosa sonrisa brillante ante su presencia, jamás lo iba a engañar.

Después de mirarse amorosamente, probablemente como tontos ya que estuvieron de pie todo ese tiempo por un largo rato, ambos decidieron sentarse en la mesa frente a frente.

-𝘓𝘭𝘦𝘨𝘶é 𝘩𝘢𝘤𝘦 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘪𝘦𝘻 𝘮𝘪𝘯𝘶𝘵𝘰𝘴, 𝘺 𝘱𝘦𝘯𝘴é 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘢𝘳á𝘴 𝘵𝘦𝘯𝘥𝘳í𝘢𝘴 𝘩𝘢𝘮𝘣𝘳𝘦- habló el menor, haciendo una pequeña pausa para entrelazar sus manos sobre la mesa. -𝘈𝘴í 𝘲𝘶𝘦, 𝘮𝘦 𝘵𝘰𝘮𝘦 𝘦𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘱𝘦𝘥𝘪𝘳 𝘵𝘶 𝘧𝘢𝘷𝘰𝘳𝘪𝘵𝘰- dijo, mientras tomaba de su copa de vino y luego servía hasta la mitad en la otra -𝘉𝘳𝘰𝘤𝘩𝘦𝘵𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘳𝘥𝘦𝘳𝘰 𝘦𝘯 𝘴𝘢𝘭𝘴𝘢 𝘥𝘦 𝘴𝘰𝘫𝘢. 𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘮í 𝘢𝘮𝘢𝘥𝘰-.

-𝘑𝘰𝘥𝘦𝘳 𝘔𝘢𝘹𝘪𝘦. 𝘕𝘰 𝘴é 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘵𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘢𝘳𝘳𝘦𝘨𝘭𝘢𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘥í𝘢 𝘮𝘦 𝘦𝘯𝘢𝘮𝘰𝘳𝘦 𝘮á𝘴 𝘴𝘦 𝘵𝘪. 𝘔𝘰𝘤𝘰𝘴𝘰, ¿𝘚𝘪𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘢 𝘦𝘴𝘰 𝘦𝘴 𝘱𝘰𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦?- murmuró Sergio, batiendo su pelo negro mientras le daba una mordida gustosa a su cordero.

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