The rise and fall of Icarus

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He pasado la vida construyendo mis alas. Aprendiendo quién soy, cada paso, cada acercamiento, cada conocimiento, eran una pluma más a mis alas y la aceptación era la cera que las unía, pero la promesa de un futuro era el hilo que las mantenía firmes.

Mi mayor problema es que nunca he visto unas alas. No se realmente como son. No se cuando las mías estarán terminadas y listas para volar.

El peligro me acecha. Este lugar no es seguro ya para mi. He encontrado a mi Dédalo, me está guiando en este camino. Me ayuda a pegar mis plumas, curar mis heridas y volverme más fuerte. Me muestra que el futuro que yo quiero está ahí delante solo debo saltar y volar.

Qué fácil es decirlo mi pequeño alado. Qué fácil lo muestras. Con un ligero salto eres capaz de volar, con tus alas espléndidas y fuertes. Tu aleteo y sonrisa me hechizan por un momento.

Creo que soy capaz de hacerlo.

Me giro y veo que vienen apresurados en mi búsqueda; enfurecidos con sus rostros ocultos y flechas envenenadas.

Estoy atrapado.

Parece que van a alcanzarme, estoy lleno de cicatrices, un disparo más y... muerte. Miro delante de mi. Un acantilado.

"¡Salta! ¡Vuela"

No soy capaz de hacerlo.

Un dolor agudo arranca un grito desgarrador desde lo más profundo de mi ser.

Río de sangre y plata.

Una pluma cae.

"¡Salta!"

Mis alas no están listas. No son fuertes.

"¡Salta o muere!"

-Pero, ¿y si caigo?

-Pero mi amor, ¿y si vuelas?

Dédalo coge mi mano y mis alas automáticamente empiezan a batir.

"Te quiero, puedes hacerlo"

Soy capaz de hacerlo.

Y entonces vuelo.


Sensación de paz. Bailes en el paraíso junto a mi Dédalo. Canciones de amor, sonrisas puras y promesas eternas.

Vuelo.

Mis alas no están pulidas como la de mi querubín. Tampoco son tan fuertes. Pero...

Vuelo.

Cierro los ojos y escucho los pájaros a mi lado. Soy libre.

Vuelo.

Me solté de la mano de mi querido ángel y busqué más libertad. Mi futuro brillante.

"¡Ícaro!"

Mi ascenso majestuoso, mis alas batiendo en el aire. Los pájaros hace rato que no son capaces de seguirme. Veo mi objetivo cada vez más cerca.

"¡Ícaro!"

Nada va a poder detenerme. Soy libre. Se quién soy.

"!Ícaro, cuidado!"

Me giro por primera vez casi desde el despegue. Mi Dédalo no tiene su expresión mágica, está aterrorizado. Sus grandes zafiros ahora nadando en un mar rojo. El oro de su cabello ahora eran ríos de rojo y plata. Sus preciosas alas de blanco puro ahora teñidas de bermellón... ¿Cómo ha terminado así mi pequeño?

"¡Ícaro! ¡No! ¡Vuelve a mi lado!"

Miro hacía abajo y el río de sangre es mucho más caudaloso. Dédalo es incapaz de alcanzarme por culpa de el agua de mi río, por adelantarme yo, lo estoy haciendo caer. No puedo detenerme. No ahora.

Vuelo más y más alto hasta que llego al sol y me quemo.
Me consumo.
Ardo.
Estoy sólo.
No puedo volver atrás.
Sufro, agonizo, grito.
Mis alas se consumen, la cera se derrite y me quema la piel.

He perdido a Dédalo.

He perdido mis alas.

Estoy cayendo.

Consumido.

Derrotado.

Muerto.

Con un fuerte golpe llego a la tierra. Lleno de heridas mortales.

"¡Ícaro! ¡Vuela!"

Cuándo despierto mi ángel no está conmigo. Lo he perdido.

Miro alrededor y me encuentro una pequeña pluma de un blanco puro, vivo... de un blanco inconfundible...

Entonces es cuando se que debo volver a levantarme. Lamo mis heridas. Poco a poco reúno mis plumas, empezando por la pequeña pluma blanca. Y se, que algún día, volaré de nuevo.

Por Dédalo.
Por mi.

Volaré.

Volaré

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