Capitulo 3

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Había llegado a casa hacia un rato, cuando vi a mi padre en els Mops fui incapaz de articular palabra así que me limité a devolverle las llaves de la lancha y irme a casa antes de que le diera tiempo a hablar.

No quería que me consolara, que todo iba a estar bien o que ellos no iban a ser malos conmigo, que me entenderían y que todo iba a ser como antes.

Porque no iba a serlo, de eso estaba segura.

No iba a serlo porque no era la misma persona que hace 3 años, tenia muchos más miedos y menos motivos para continuar. Mi pelo estaba igual de desordenado pero lo que no sabían es que ahora también lo estaba por dentro.

No sabia cómo actuar cuando tenía a mucho gente delante, me encerraba en mi misma tratando de ignorar toda interacción con los demás.

Me limitaba a intentar no anclarme en el pasado, dejando los recuerdos atrás, cosa que era mucho más fácil lejos de aquí, lejos de todo esto.

No se en que momento me pareció buena idea volver pero tenía claro que cada vez más gustaba menos.

Era más fácil olvidar lejos de todo esto, pero la cicatriz que me atormentaba día y noche no dejaba de provocarme pesadillas y malos recuerdos. Como si cada vez que la viera me transportara inmediatamente a ese lugar de nuevo.

No era capaz casi ni de tocarla, y la taba siempre con lo que fuera posible, en invierno era más fácil pero en verano me jodía, me jodía no poder ser normal, como todos los demás, con cicatrices por fuera pero también por dentro.

Estaba encerrada en mi habitación, pensado como retrasar el momento de verlos de nuevo o incluso pensado en formas en las que no verlos nunca jamás.

Pero ahora que lo pienso, nunca los he mencionado...


Oscar y su mujer María tenían un hijo llamado Leo, de mi edad, la última vez que lo vi tenía el pelo negro y los ojos azules como dos diamantes, y ya era más alto que yo, cosa que dudo que hubiera cambiado.

Pablo y Elisa tenían dos hijos castaños y de piel olivácea. Lucas y Mario.

Lucas era el mayor de los dos tan solo por un año, su pelo siempre estaba revuelto y sus grandes ojos cafés eran lo que más destacaba de el, junto con su sonrisa perfecta.
Marcos en cambio era de un castaño más clarito que su hermano, con los ojos verdes y un pelín más bajito. Siempre estaba alegre y hacía locuras, se tiraba de las colinas más altas al mar, surfeaba de noche sin ver nada y bebía cada vez que sus padres no miraban, al igual que Leo.

En cambio Lucas era mucho más sereno y sensato, pensaba siempre en las cosas antes de hacerlas y nunca dejaba que hiciéramos cosas peligrosas, al menos cuando el miraba.
Yo tenía una relación más cercana con él, me divertía haciendo tonterías con Mario y Leo pero con Lucas era el único con el que podía tener una conversación sincera, hablar de verdad.

Y si, estos eran mis chicos.

Leo, Mario y Lucas.

De las vidas de los cuales desaparecí sin dar explicación, marchándome como una cobarde egoísta.

La verdad es que me daba terror verlos, pero no por nervios, sino por cómo reaccionarían. Ellos no sabían que había vuelto, y lo que menos quería ahora era darles explicaciones de absolutamente nada.

Aún estaba mirando el techo de mi habitación, recordando los ridículos logros que dibujaba, como si fueran lo más importante del mundo. Música resonaba a lo largo de mi habitación y los con ellos inundaron mi mente.

Bajo la superficieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora