Cap. 7: Bandidos

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– POV: Charles –

Estoy empezando a empacar mis cosas para la próxima carrera, ya que es en Francia y pasaré unos días con la familia de Pierre.

Escucho música mientras preparo todo, voy cantando la canción que suena de fondo, hasta que me tocan la puerta.

– Pase –grito para que se escuche.

Dirijo mi mirada hacia la puerta de mi habitación, es mi madre.

– ¿Ya casi terminas, hijito? –me pregunta.

– A penas empiezo.

Mi madre asiente con la cabeza y no dice nada más. Sigo doblando mi ropa y decido romper el silencio:

– ¿Qué sucede, má?

Mira al suelo por unos instantes.

– ¿Estás seguro acerca de ir al Palacio? –pregunta finalmente.

No hablé con mi madre sobre esto. Así que solo hay dos opciones.

– ¿Lorenzo o Arthur? –pregunto refiriéndome hacia quién le dijo.

Mi madre se ríe y me da la opción que menos esperé.

– De hecho, fue Pierre.

Levanto las cejas en señal de sorpresa.

– ¿Pierre? –me río –. ¿Cómo?

Y como si lo estuviéramos llamando, Pierre aparece en la puerta de mi habitación.

– Perdón –dice.

Niego con la cabeza mientras me río.

Increíble que se haya enterado por Pierre.

– Cada vez me impresionan tus habilidades como el tercer brazo de Charles, gaseoso –aparece Arthur.

– Mira, niño –enuncia Pierre–, sabes quién conducirá hacia el palacio, ¿no? Así es, yo. Si te quieres quedar aquí ese día, me avisas.

– No, no. Perdón –se disculpa Arthur–. Solo bromeaba.

Mi madre y yo soltamos unas risas.

Estos dos siempre tienen discusiones tontas.

– A lo que venía, Charles –retoma mi madre–. ¿Estás seguro de ir?

– ¿Por qué no lo estaría?

– A ver, es la realeza. No estás invitado al Palacio, y pues –tarda en continuar–, la carta, ya sabes.

– ¿Sabías de la carta? –pregunto.

– No. Ayer vi a Lorenzo en la cocina hablando por teléfono y tenía la carta en la mesa, identifiqué el sello y pues, la leí.

– Hallaré la manera de entrar a ese Palacio.

– Charles –vuelve a decir mi madre –, la carta decía que, si no cumples con no estar en el mismo lugar que ella, pueden tomar medidas contra ti. No quiero eso.

Abrazo a mi madre.

Sé que no lo hace con mala intención, su preocupación es genuina.

La entiendo.

– No pasará nada, lo prometo –intento asegurarle.

– Tú también debes tener cuidado, Pierre –se dirige a él–. Katerina tiene razón en que te pueden deportar. Eres francés, no monegasco.

Gran Premio Real - Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora