Capitulo 1

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24 de junio de 1935, 7:30 pm

NARRA COLOMBIA

Oscuro; así podría describir el cielo que me cubría a mí y la jaula de pájaro frente mía. No sabría decir si había un ave dentro o simplemente estaba vacía, lo único que podía acertar era lo triste y silencioso que era todo en mi entorno.

Juraba que podría escuchar como en murmullos mi nombre no paraba de repetirse, tal vez; era el viento que no paraba de sacudir mi indomable cabello y la pequeña jaula que colgaba de un árbol seco y que por lo que vi, estaba a nada de desplomarse.

No era la primera vez que soñaba cosas extrañas: además, era más común para mí las pesadillas agitadas a este desolador lugar. Tal vez era mi día de suerte.

Col...

Colombi...

— ¡¡Colombia!!

Olvídenlo.

— ¡¡Dios!! Que me das un paro cardíaco. — Sostuve mi pecho sintiendo como era que mi corazón saltaba desesperado. — No sé que es peor, esta misión o tu manera de despertar a las personas. Idiota.

Mire con desgano al hombre frente mío, quien regañón por mi "dramática" reacción simplemente negó un par de veces antes de proseguir con lo que sea que estuviera comentándome antes de caer dormido.

— No tendría que, si alguien mantuviera los ojos abiertos o siquiera fuera cortes. Señor, entiendo su cansancio, pero debe estar en su mejor presentación para esta reunión.

Tras sentir que mi pulso volvía ser el mismo, desvié la mirada, ignorando por completo al caballero junto a mí. Era emocionante saber que podría conocer alguien nuevo, incluso sabiendo su trasfondo. Se sentía algo prohibido y extraño al mismo tiempo.

— Bien... ¿terminaste?

— ¿Disculpe?

— Dije que si ya terminaste. No soy estúpido... tu, como te llames, todo estará bien. No requiero de tus ayudas. — Frustrado lo saque de mi vista, mirando como era que este salía indignado de la habitación. — Ese hombre siquiera cumple con mis expectativas, decepciona tanto como lo hace mi gente.

Puse los ojos en blanco; estaba aburrido tanto del viaje como de ese imbécil; quien "aguante" todo el camino. Mejor dicho, odio esto en general, ya empezaba a olvidar el porque me encontraba en este barco en dirección a tierras soviéticas. Estaba a nada de volver a mis tierras, mi gobierno sabría que hacer, ellos siempre saben que hacer.

— Vamos. concéntrate Colombia, recuerda lo orgulloso que estará USA de ti. — Sonreí, escuchando a la lejanía como el capitán anunciaba que estamos por llegar. Perfecto, es hora del acto principal.

Termine por acomodar mi traje, mi cabello y mi sombrero. Salí de la pequeña habitación dentro del barco y me acerque al hombre que minutos antes había echado. Al parecer se había obligado a sonreírme y ayudarme (como debería ser) con mis pertenencias.

— ¿Y bien, que tal me veo? — Pregunte acomodando un poco mas mi corbata. Sonriendo y esperando ansioso un buen comentario.

— Se ve espectacular, señor. — Entre dientes comento el hombre — Pero en mi mas sincera opinión, cambiaría esa corbata azul por...

— No te pedí que criticaras mi ropa, solo un cumplido. De verdad que eres insoportable. — Interrumpí, ¿Quién se creía para criticar que usaba? Suspire frustrado y Salí del barco. Mirando como era que las cámaras no paraban de fotografiar mi llegada y los periodistas hacían su trabajo habitual.

Tímido camine hasta el carro que me llevaría a mi hotel, me reuniría con algún alto mando de mi gobierno para preparar los últimos detalles y después saldría a esa molesta cena con la representación de las tierras rusas. Que emoción (nótese el sarcasmo)

El camino fue lento, pasábamos por calles repletas de personas bastante diferentes a mi gente, que maravilla era saber el buen trabajo que hacia mi gobierno con mi pueblo; los mantenía al parecer en mejores condiciones. Leí algunos informes y me dediqué a leer algunos libros, mientras escuchaba de fondo la radio y sus mejores clásicos.

Paisajes: Todo lo que podría verse al casi llegar al lujoso hotel, de verdad debía aplaudir por llegar a tan hermoso lugar. Colinas que abrazaban su vista y la brisa un poco limpia que podía respirar por entre la ventana abierta del vehículo.

Salí del carro, me recibieron y guiaron con algo de frialdad a mi habitación, supongo que los rumores de los rusos fríos y distantes eran ciertos, aunque, no eran tan altos como yo creía y eso que soy un hombre de estatura promedio.

— Pero vean quien tenemos aquí — Envuelto en una euforia falsa June me abrazo por unos cortos segundos — Creí que habían hundido tu barco, hubiera sido una lástima — Soltó una sonora carcajada, aunque lo mire confundido el solo me empujo dentro del cuarto antes de cerrar la puesta con seguro.

— Aun no encuentro el chiste en tu comentario — Me revolví incomodo sobre el sillón. Odio estar a solas con alguien que tiene tanto poder dentro de mi gobierno. — El viaje fue bastante agradable, mejor que estar en un avión si me lo preguntas.

Ambos nos miramos por unos minutos, desvíe la mirada, por supuesto; evitando que empezara a burlarse de mi con sus "chistes" flojos y poco carismáticos.

— Me lo imagino. Ya están terminando lo ultimo de la cena tuya con URSS. Ya sabes lo que debes hacer, solo estoy aquí por protocoló ¿bien? — Asentí. Mirando como era que se servía un trago de vodka, genial, otro borracho. No entiendo como les puede gustar eso. — Por cierto — Continuo, mientras hacia una mueca tras beber el amargo trago — Tu corbata es asquerosa, quítate eso.

— Pero-

— Es una orden, no va con el negro. Usa una roja, algo que venga con este horrible país. Da una buena imagen al menos.

— Si señor, tiene razón, el azul no queda bien. Lo siento.

Mire como salió con la botella en su mano, tal vez se dirigía al bar. Solo; así se sentía estar en la habitación, incluso algo humillante tras las palabras de June.

Camine hasta llegar al baño, observe mi reflejo y lo patético que se veía esa corbata, tenia razón, el azul no me quedaba. Tan pronto como lo concluí me la arrebaté del cuello con algo de fuerza, arrojándola fuera de mi vista.

La luna pronto hizo presencia, abrazando con su presencia imponente y oscureciendo todo a su alrededor, hoy era una noche sin estrellas; el cielo estaba muy contaminado para al parecer dejar ver las fieles compañeras de la luna. Sonreí, melancólico, al parecer no era el único solo en aquel frió anochecer.

— No te preocupes, Luna — Murmure, observando desde la ventana el brillo intenso de la mencionada — Esta noche y las siguientes, serás mi fiel confidente. Mientras yo, seré tu fiel admirador. Así los dos tendremos un fiel servidor.


CONTINUARA...

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Lagrimas por LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora