La música retumbaba en sus oídos. Camila bailaba por su habitación mientras se preparaba para un nuevo día. En sus auriculares, se podía escuchar el nuevo hit del momento. Su cama se encontraba deshecha, como de costumbre, y la habitación era un completo caos. Esta muchacha, de cabello largo y ondulado, tan sólo tenía 18 años.
Se escucharon unos golpes, frágiles, en la puerta de su dormitorio. Era su madre. La señora Cabello era una conocidísima empresaria que pasaba la mayor parte del tiempo fuera de casa y, en ese momento, se encontraba
tocando la puerta de su hija para llamar su atención.
-Camila, por favor, ábreme. Soy mamá.
La adolescente no pudo escuchar muy bien lo que le estaba diciendo su madre a gritos, pero sí que se percató de cómo el picaporte de la puerta comenzaba a girar repetidamente y con mucha insistencia.
-¡Camila, por favor! ¡Quítate esos horribles aparatos de las orejas y escúchame!
La muchacha ya se encontraba junto a la puerta, quitando el cerrojo que prohibía la entrada a su madre.
-¡Ah! Eres tú...-se dio media vuelta para seguir con su baile improvisado, dando así la espalda a su madre.-
-Camila, estamos esperándote para desayunar.
-¿Qué quieres?- se giró bruscamente y gritó.-
-Estamos esperándote para el desayuno, ya te lo dije antes pero no me escuchaste al tener esa estúpida música metida en tu cabeza.
-¡Dios! ¿Por qué tienes que ser tan pesada? Shelby me deja bajar a desayunar cuando me da la gana.
-¿Shelby? ¿Ahora la llamas Shelby? Creo que me he perdido... ¿Cuánto tiempo hace que no nos vemos?
-Dos meses mamá, claro que te has perdido. Nunca estás aquí para estar con tus hijas y sobre todo para estar con sofi.
Golpe bajo para la señora Cabello. Su hija mayor sabía cómo hacerle sacar de sus casillas; Camila sabía que hablar de Sofía era la conversación clave para que su madre desapareciera rápidamente, ya había aprendido mucho en los 18 años vividos junto a ella.
-Voy abajo con tu padre y tu hermana. Si te da la gana, baja para pasar el desayuno en familia.
-Iré cuando me apetezca, ¿ok?
-Está bien, haz lo que quieras.
Sinhu se daba media vuelta y volvía a retroceder el camino realizado para llegar hasta la cocina. Allí, Sofía y Alejandro esperaban la llegada de la rubia menor.
-¿Dónde está mi hija?- preguntó Alejandro en un tono enfadado.-
-Ya ves, ahora dice que piensa bajar a desayunar cuando le apetezca.
-¿Acaso me está jodiendo? ¡Sabe que es el único día que podemos desayunar todos juntos!
