III. Escaleras

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Terminé de pintar la ultima pared que nos quedaba sin pintar y admiré como nos había quedado. Había pintado las paredes de un azul marino, los bordes de la ventana lo había pintado de rosa coloqué mi cama en un lugar donde quedaba justa y perfecta. La cama tenía un acolchado azul y accesorios rosados encima, porque si, estoy obsesionada con esos dos colores. Pegué un póster en la pared y luego puse el cuadro de un sol hecho de tela a mano que me regaló mi abuela antes de morir. Coloqué alfombras rosa oscuro para luego, por ultimo de todo, guardar mi ropa en el armario.

Saqué mi ropa interior y comencé a seleccionarla, tenia sostenes y bragas que no usaba nunca y medias rotas. Guardé en el bolo toda la que no usaría y en el cajón del armario la que si iba a usar. Seguí con la ropa cotidiana, como era invierno decidí no sacar la ropa de verano. Mi armario estaba organizado de dos maneras, por prendas y por colores. Utilizaba las perchas para las camisas, sacos y vestidos (los cuales no usaba casi nunca), de el lado izquierdo se encontraban los buzos, los jerséis, los suéter y los pantalones, del lado derecho se encontraban las camisetas y algunas faldas (las cuales tampoco usaba mucho). Mis zapatos los puse en el suelo, contra una pared, tampoco es como si tuviéramos mucho dinero, pero con esto me bastaba, de hecho, la azotea me agradaba, la había dejado bonita y a mi gusto.

Hoy tenía un plan, Jace me llevaría a inscribirme a un instituto, le pediré a la peluquera que me lleve a una peluquería porque necesitaba un corte de puntas, lo cual no era del todo mentira, y me haría un tinte, uno rosa. Ya veo yo la cara de mi hermano cuando me vea con el pelo rosa. Sonreí y baje os escalones, como pude (saltando como estúpida) los "guardé" y fui hasta la cocina, donde solo se encontraba Brian sentado.

—Hola zanahoria –saludé.

—¿Porque zanahoria? —preguntó.

—Por tu pelo, osea, ¿porque mas va a ser? —pregunté sarcástica.

—Ah, obvio, osea, ¿como no me di cuenta antes? —respondió con sarcasmo.

—Tu retraso mental es grande —dije.

—¿Desde cuando tomaste tanta confianza? —preguntó.

—Desde que ustedes la tomaron como para andar en ropa interior frente a mi —respondí mirándolo.

Brian miró hacia bajo y abrió como plato los ojos, subió la mirada hacia mi y me miró con vergüenza.

—Lo siento –se disculpó.

—Anda a cambiarte imbécil, ¿no ves que está mi hermana? —dijo mi hermano apareciendo de la nada.

—Eres como un ninja fantasma –bromeé.

—Ya iba, recién me doy cuenta –dijo Brian.

Se levantó y fue corriendo a su habitación.

—¿Los demás orangutanes duermen? —pregunté. El me miró encarando una ceja.

—¿Orangutanes? —preguntó confundido.

—Yo los llamo como quiera, en fin, ¿duermen o no? —volví a preguntar.

—Si, nosotros vamos a ir al instituto a inscribirte —me informó.

—Pero... ¿Porqué? El instituto es aburrido —me quejé.

—Es eso, o acabar vendiendo cartón por la ciudad —bromeó

—¿Donde dijiste que estaban los cartones? —pregunté también bromeando, provocando que el riera.

—Anda vamos zarrapastrosa —dijo para que me levantara— y no te olvides de tu abrigo —me recordó.

Caminamos hacia la puerta y los dos agarramos un abrigo del perchero que había en la puerta, Jace sacó dinero que había en un cajón del mueble de la entrada para luego abrir la puerta y salir del apartamento.

Estábamos a punto de tomar el ascensor cuando miré hacia a tras viendo las escaleras, miré a mi hermano y le pegué un codazo llamando su atención.

—¿Qué? —preguntó-

—¿Quieres hacer una carrera por las escaleras?, ya sabes, como lo hacíamos cuando eramos niños –ofrecí.

—¿Sin ninguna regla? —cuestionó sonriendo.

—Todo se vale —respondí emocionada por revivir aquellos momentos de la infancia, varias veces uno de nosotros dos se había caído y habíamos tenido que ir a el hospital por culpa de los fuertes golpes que nos habíamos dado, incluso, yo un día acabe sangrando, pero de todas maneras era divertido, era, como se mencionaba el titulo de el primer libro de "The maze runner", correr o morir.

—Está bien –aceptó mi querido hermano.

Nos preparamos en posición de correr al principio de el escalón y comenzamos la cuenta regresiva:

—Uno –comencé.

—Dos —me siguió.

—Y... tres —cundo terminé de decir el número los tres salimos corriendo a toda velocidad por las escaleras.

Mientras bajamos un señor iba subiendo, mi hermano pasó al lado suyo y lo saludó mientras seguía bajando a toda velocidad, gracias a que el señor se puso en medio no salió herido. Jace tomó la delantera, me ganaba por dos escalones. Aceleré el paso todo lo que pude, estaba por adelantarlo cuando el comenzó a ponerse frente a mi para que yo no pudiera ni igualarlo, ni adelantarlo, con toda la fuerza que pude acumular coloque mis manos en su hombro izquierdo y lo empuje hacia la derecha provocando que se hiciera un hueco para que yo pudiera pasar, mientras tomaba la delantera lo empujé de costado probando si tenía suerte y lo hacía caer, pero no funcionó, siguió en pie, bajando a toda velocidad. Quedaban cuatro pisos, nosotros vivíamos en el sexto y ya habíamos bajado dos. Di una curva para pasar al siguiente nivel y casi me caigo, pero me sujete de la barandilla y pude mantenerme en pie, claramente perdiendo un poco de distancia que había logrado hacer entre mi hermanote y yo, seguí adelante sin darle tanta importancia. Pero ya en el penúltimo piso, doblando para pasar al ultimo que nos quedaba por recorrer caí de culo, lo que provocó que el petardo de mi hermano me adelantara, aunque como era de imaginar, ya no pude adelantarlo, a si que, por desgracia el fue el primero en llegar al portal.

—Maldita seas –exclamé con rabia. Odiaba perder.

—Lo siento querida, pero yo gané —informó sonriente.

Jace comenzó a hacer un baile de la victoria extraño, mientras me refregaba su gloria por la cara, ese baile tan raro que hacíamos cuando ganábamos, era ya una tradición entre nosotros. El tarareaba mientras yo me reía de los movimientos que hacia con su —diminuto— trasero y con sus caderas.

—Si, ya me di cuenta que ganaste, no hace falta que sigas con el baile de la victoria –me quejé.

—Te ves graciosa, estas roja y tu cabello está bastante alborotado –se burló.

—¿Seguirás burlándote de mi? —cuestioné.

—Déjame pensar –fingió (si, fingió, porque el no piensa), pensar para darme una respuesta— nop —respondió al fin.

—¡Fuma mi compresa!* —exclamé.

—Eres un puto asco, ¿que mierdas dices?, ¿quien te enseño a decir esas cosas tan asquerosas? —preguntó con asco.

—El abuelo –conteste con un tono de obviedad.

Negó con la cabeza y contestó:

—Venga, mejor vamos que llegaremos tarde —ordenó.

—Una cosa antes de ir, después de la entrevista con el director, ¿me dejas en una peluquería? Tengo mis puntas asquerosas –pedí.

—Si, igual que tu cara —rió.

—Te hablo en serio, perro, ¿me dejas o no? —pregunté.

—Si, venga vamos –volvió a ordenar.

Jace abrió el portón. Este era solo el comienzo de mi gran y hermoso plan.

—Sally, hoy tendrás un gran y hermoso cambio de imagen —pensé para mis adentros. 



*Compresa: Adherente o toalla femenina.

Anécdotas de Una Chica Torpe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora