Dusk - Cinco Hargreeves

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Cinco no había estado esperando en la sala de visitas del centro psiquiátrico por mucho tiempo antes de que trajeran a su hermano ante él. Diego, vestido completamente de blanco y luciendo un cabello más largo como el que Cinco había visto a su llegada diez días después (¿o antes?), vaciló. Como si no pudiera creer la vista de su hermano "menor" frente a él.

—Cinco...

—Hola, Diego—  el viajero en el tiempo vio a Diego tomar asiento frente a él en la mesa de metal.— Te ves bien de blanco.

—Ya era hora de que aparecieras.

—¿Cómo supiste que volvería?

Diego se inclinó hacia adelante.

—Porque ese es el tipo de mierda que haces.

—¿Donde están los demás?

Lo miró fijamente durante un minuto, como si tuviera alguna idea.

—¿No están contigo? Pensé que al menos sabrías dónde estaba Nicky.

Cinco parpadeó un par de veces, tragando saliva ante la mención de su amor, la culpa de posiblemente esparcir a su familia por todas partes se abalanzó sobre él.

—Los encontraremos, los encontraremos... ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

—Setenta y cinco días. Aterricé en el callejón detrás de...

—Comercio y Knox— Los dos terminaron juntos.— Llegué aquí esta mañana.

—¿Cómo me encontraste?— Diego se movió en su asiento, lamentando la pregunta cuando su hermano se burló y sacó el periódico de su bolsillo y lo deslizó hacia él.

—Página dieciséis. 'Hombre perturbado con múltiples cuchillos arrestado en 1026 North Beckley'. Esa es la casa de Lee Harvey Oswald— Cinco se inclinó hacia adelante mientras Diego parecía disfrutar de esto en silencio.— ¿Te importaria explicarme?

—Digamos que... las fuerzas del orden público de Dallas no han apoyado mi intento de detener el asesinato de... John F. Kennedy.

—Eso es porque aún no ha sucedido.—  Cinco bajó la voz, al igual que Diego, para evitar ser escuchado por los guardias persistentes.

—Y no va  a  suceder. No en mi turno—  cuando Cinco miró hacia otro lado con irritación e incredulidad, Diego acercó su silla a la mesa y se inclinó una vez más.— Mira, he estado limpiando los barrotes de mi habitación. Uno o dos días más, y estaré fuera de este lugar, luego detendré a Oswald y salvaré al presidente. Quieres entrar, di la palabra.

—Escúchame muy de cerca, idiota balbuceante. No vas a hacer nada.

—Por qué no.

—Porque tenemos que detener el apocalipsis.

—No jodas. Pero eso no sucede hasta dentro de sesenta años.

—Ese apocalipsis no, este es nuevo... Nos siguió. Lo he visto. Guerra nuclear, Diego, en diez días.

Diego miró a su hermano y lentamente se inclinó hacia atrás para sentarse en su silla mientras se reía en voz baja, casi como un maníaco. Se cruzó de brazos con una sonrisa burlona plasmada en su rostro.

—Y yo soy el que encerraron, ¿eh? Bien, te seguiré el juego. ¿Qué lo causa?

Cinco se burló y se encogió de hombros.

—No lo sé. Tal vez algún idiota chiflado con complejo de héroe trató de salvar al presidente y lo  arruinó todo— Siseó mientras Diego se enderezaba lentamente, su sonrisa se desvanecía en una mirada de sorpresa.