La Mansión Suwa

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Kazuki no se detuvo por nada en el mundo, ni por el hambre, ni por el cansancio, ni por la policía que lo buscaba. Tenía diecisiete años en ese momento mientras huía del orfanato en el que había crecido.

Se perdió en medio del bosque. Dejó que sus árboles engulleran su presencia con el deseo de no ser encontrado nunca.

Eventualmente se encontró con un muro que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Trató de rodear, pero la pared seguía alargándose en el horizonte sin final. Dar media vuelta no era una opción, Kazuki había decidido seguir adelante sin importar qué. 

Solo quedaba un camino a seguir. Se escabulló con cautela para no ser visto por cualquier guardia que rondara el lugar y se ayudó de los árboles cercanos. Trepó uno hasta que se encontró a la altura suficiente como para dar un salto y caer al otro lado. 

Lo siguiente que supo fue que el dolor en su tobillo era tan desgarrador que el gemido de absoluto sufrimiento rompió el silencio del lugar.

—Hay alguien ahí —dijo una voz grave no demasiado lejos de los arbustos donde cayó.

Kazuki de inmediato tapó su boca con sus manos, su corazón se detuvo. ¿Cómo podía tener tan mala suerte? En una propiedad tan grande sus dueños estaban justo en donde él decidió entrar.

A cada paso aproximándose que escuchaba su respiración se agitaba sin poder contenerla. No sabía qué decir, su vida se iba a arruinar solo por su culpa y la impotencia lo estaba matando.

Una mano lo tomó desde su capucha con una fuerza sobrehumana, arrastrándolo desde donde estaba hasta quedar tirado frente a un hombre aterrador con una cicatriz en su sien. Cualquier excusa que se le hubiese podido ocurrir murió en su garganta.

Las lágrimas rebosaban de sus ojos, sin poder distinguir si eran resultado del dolor o del miedo. Los ojos grises de aquel hombre escrutaban su ser con una mortal calma hasta que su vista se dirigió a uno de los hombres detrás de Kazuki.

—¿Qué esperas, Rei? Mátalo.

—Entendido.

—¡No, por favor! —imploró, mirando frenéticamente entre el hombre de la cicatriz y el joven que se acercó con fatales intenciones. Al parecer había un destino peor que la cárcel aguardando por Kazuki.

Su cuello fue tomado por el desconocido, Kazuki por mero instinto se aferró al brazo que lo levantó del suelo. En un breve instante sus ojos se encontraron con los de él. 

La presión en su cuello se deshizo de inmediato y se desplomó en el suelo, tratando de recuperar el aliento.

—¿Te atreves a ignorar una orden?

—No, señor.

—¿Y bien? ¿Por qué este individuo continúa con vida?

—Su sangre.

—¿Su sangre te ha parecido especial? Llévalo al almacén y que drenen hasta la última gota en ese caso.

Kazuki se congeló. Las personas con las que se encontró eran diferentes a cualquiera, hablando de matar y drenar sangre. En medio del caos que era su mente un recuerdo fugaz lo alcanzó: en las montañas de Fukuoka se rumoreaba la presencia de vampiros. Para Kazuki estos eran meras historias locales, como que en tal bosque aparecen fantasmas o que puedes hacer preguntas a un espíritu con una moneda de diez yenes. 

¿Por qué una organización criminal normal pondría énfasis en su sangre? No tenía sentido incluso si no era capaz de pensar con claridad.

El hombre de la cicatriz centró su atención de nuevo en Kazuki.

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⏰ Última actualización: Aug 17 ⏰

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Sirviendo a la Sangre [ReiKazu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora