♭Capítulo tres.

449 86 22
                                    


El silencio en la habitación era el más pesado en el que Spreen ha estado. Estaba seguro que era capaz de escuchar sus pestañas al parpadear y lo único que impedía sacar su mente de quicio era la pelota que él mismo rebotaba contra la pared frente a él en bucle.

Si hubiera una lista de todas las cosas que molestaban al pelinegro, sobre un sinfín de cosas estaría el dejarlo esperando un largo tiempo.

—Esto es ridículo. — habló de repente.

—¿Quieres calmarte un segundo? — contestó Rubius desde un sofá al lado suyo —. Quizá si alguien no nos hubiera metido en un lío, ni siquiera estaríamos aquí.

El reclamo de su manager sólo ocasionó que frunciera su rostro aún más.

Ni siquiera se le había permitido tener opción en cuanto le notificaron de su supuesta relación falsa. Simplemente lo secuestraron hasta esa junta sin ningún tipo de información adicional y el oji violeta solo quería lanzarse del punto más alto de ese edificio.

Inesperadamente, se abrió la puerta de la oficina de golpe. El porte predominante de Spreen no se inmutó ni para voltear a mirar a los presentes recién llegados, únicamente logró escuchar las pisadas y saludos de Rubius con su dichoso nuevo amigo de una noche.

—Hola, Spreen. — le saludó Quackity con una sonrisa nerviosa.

El híbrido de oso dirigió sus ojos para dedicarle una mirada fulminante que, si tenía suerte, acabaría con él en un segundo, sin embargo, esta se vió interrumpida por la familiar cara de un castaño de ojos avellanas.

No. No podía ser posible... y sin embargo... ¿Lo era? De inmediato apartó sus gafas oscuras hacia un lado para desaparecer cualquier signo o señal de que su mente lo haya traicionado y todo se trate de una fantasía suya. Su cabello, su rostro, su cuerpo, todo había cambiado en él y aún así, permanecía seguro de que seguía siendo el mismo que conoció hace años.

—¿Roier?

________

Era frío el invierno de 2019.

Recién había llegado a Karmaland después de su programa de estudios de intercambio y había decidido salir a dar un paseo de bienvenida. Suponía que las calles no se moverían de su puesto, pero la apariencia de la ciudad era completamente diferente a como la recordaba en sus noches de vela en el extranjero.

Sus pies se deslizaban por la acera congelada mientras se movía al cauteloso ritmo de la música que salía de sus audífonos e inundaba sus oídos. El aire fresco pintaba sus mejillas de azul, cosa que siempre lo ha hecho sonreír profundamente.

Estaba tan cómodo en su propio mundo que no miró al frente para darse cuenta que un gran perro se aproximaba con toda la intención de arrollarlo. De un momento para otro, su cabeza chocó bruscamente contra el suelo.

—¡Bobby! — Escuchó a alguien llamar a lo lejos, aturdido por el golpe, Spreen solo pudo mirar una figura borrosa corriendo hacia él —. ¡Chingada madre, Bobby! Ya te chingaste a alguien. Eh.. perdona, ¿Estás bien?

Sacudió su cabeza para mirar con mejor claridad a la persona frente a él. Tenía pelo castaño que era interrumpido por una bandana azul marino alrededor de su cabeza, salvo por un mechón que caía y adornaba suavemente su rostro. Su mirada era, también, café cálido con un toque especial de brillo que hacía un conjunto con sus cejas pobladas.

—Sí, sí. — pronunció.

—Verga, perdóname. Solo solté un segundo a mi perro y se puso como loco. ¿Te hiciste daño? — preguntó con un vistazo preocupado mientras lo ayudaba a ponerse de pie.

do I wanna know? [spiderbear] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora