♭Capítulo cinco.

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2019

El pelinegro estaba sentado en su habitación mientras le daba los últimos toques a su guitarra. Cada vez que ajustaba la tensión en el afinador de la cuerda y escuchaba la nota clara y perfecta, no podía para de rememorar la primera vez que la correa del instrumento rodeó su nuca; Un regalo especial de su padre a los 14 años. Había empezado aprender a tocar hace unos meses con una guitarra acústica y se sentía más que preparado para tomar el siguiente nivel hacia una eléctrica, esta era una stratocaster de color negro con algunos detalles en blanco a la que decidió añadirle calcomanias personalizadas. Desde la primera vez que tocó, no había quien era capaz de pararlo, era capaz de permanecer horas y horas practicando y mejorando su técnica hasta dejar cicatrices por las yemas de sus dedos.

Cuando comprobó que el instrumento estaba listo para ser tocado adecuadamente, practicó unos momentos la canción que eligió como la estelar de su audición y lo empacó para salir de su hogar.

Atravesó la sala de estar y alcanzó a escuchar la llamada telefónica en la que se encontraba su padre. A juzgar por la postura recta del adulto y su mano apretando el entrecejo por unos instantes, parecía que la conversación abordaba un asunto importante, así que Iván procuró no ser inmersivo y se marchó sin decir una palabra.

En su recorrido apretaba las correas de la funda de su guitarra con fuerza. Podía decir con confianza que no es encontraba nervioso, él era bueno y lo sabía, estaba seguro de que se quedaría con el puesto, pero había algo en formar parte de una banda, tocar música en vivo e incluso componerla que lo emocionaba. Su respiración se aceleraba cada vez más con cada paso que daba, sus dedos repasaban los acordes que tocaría y en su mente estaba el rostro impresionado del chico que conoció aquel día. No sabía exactamente por qué, pero quería dejarlo sin palabras.

Paró en seco en cuanto supo que el lugar que buscaba se encontraba frente a él. Una sala de ensayos musicales compartida, en la entrada estaba pegado el mismo volante que le habían entregado previamente como confirmación de que estaba en el lugar correcto. Empujó la puerta pesada y una sala llena de diferentes instrumentos y equipos de sonido lo recibió, habían sillas dispersas al fondo del espacio y las paredes eran adornadas con posters y banderas de diferentes bandas. Iván se sintió como si estuviera en casa.

—¡Iván! — Un saludo lo sacó de su trance, era el castaño que lo había invitado — Me da gusto que sí hayas decidido venir.

—Bueno, intentar no me hace daño, ¿No? — No. No venía solo para intentar. Solo no quería verse demasiado arrogante frente a Roier, quien rió levemente ante el comentario.

—Ya mero empezamos, solo esperamos a una amiga que nos va a ayudar a valorar — El pelinegro asintió y tomó asiento —. Toma, este es el número de tu turno. — dijo a la par que le daba un papel pequeño en donde relucía el número "8"

Al poco tiempo la puerta se abrió nuevamente. Esta vez presentando a una chica de baja estatura, sus manos reposaban en los bolsillos de su chaqueta negra mientras caminaba dando pasos clarín con la postura recta y la mirada siempre adelante de ella. Parecía que sabía lo que hacía. Iván notó como algunos en la sala tensaron los hombros.

Roier y otros dos chicos, que no había conocido aún, se pusieron a su lado y conversaron por unos segundos antes de tornarse hacia los demás presentes.

—Que pase el primero. — habló la chica, dejando salir una voz alta y algo ronca.

Así se presentaron varios chicos; algunos pésimos, otros decentes, nerviosos, seguros, principiantes y expertos. Podían intentarlo todo lo que quisieran, el pelinegro yacía cómodo en su silla con sus pies recargados en el asiento de enfrente. Ansiando su turno más que nada.

do I wanna know? [spiderbear] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora