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Ryōta Niwa, estudiante de segundo año de preparatoria, no tiene aspiraciones por el momento, tiene una vida bastante normal de lo que cabe, con una familia estable, básicamente es un adolescente que tiene un largo camino por recorrer. Está en una etapa reconocida y algo conflictiva; la adolescencia.
Donde algunos descubren sus metas en la vida, quieren ser alguien en un futuro próximo, desean enamorarse, intentan descubrir su orientación sexual, y otros están en una etapa de rebeldía.
En el caso de Ryōta Niwa, su única aspiración momentánea es conseguir sacar sus estudios adelante para trabajar en algo que lo haga feliz, pero sabe que ese sentimiento es pasajero, por lo que teme no encontrar una verdadera pasión por la cual soñar con ahínco.
Por ahora, su única misión, es sobrevivir a este mundo infestado por adolescentes que se creen la gran cosa sólo por aparentar ser más fuertes que la gente inferior, un claro ejemplo es ver los resultados de su pequeña masacre que ocasionó al pelear contra un mastodonte más grande que él.
Literalmente se sentía bastante pequeño e indefenso a comparación del otro, claro que tenía miedo al principio, pero todo eso se acabó cuando pensó con la mente fría que si no salva su propia vida, nadie estaría dispuesto a ayudarlo. Una extraña filosofía qué siempre se planta para darse una pizca de esperanza en su mecanismo de defensa.
Inexpresivo, observa con su iris apagado la figura tirada y ensagrentada de cierto pelinegro con mechón rubio, se levanta con pesar de su lugar para ver de reojo que sus compras no resultaron daño alguno, una suerte que las dejó fuera de peligro. Suelta un suspiro exasperado, quitándose de un tirón su cubrebocas manchado de sangre.
Apunto de retirarse en silencio de la escena... Alguien lo abraza por detrás, tomándolo desprevenido.
—"¡¿Pero qué ra...!?"—. No hace falta concluir que el malnacido altote había fingido estar inconsciente, está vez sudó frío el peliplateado. —Mierda.
—¿Te vas tan pronto, enano~?—. Susurra en su oído con un deje juguetón, dejando que su peso cayera en el cuerpo delgado. —Eres realmente una bestia cuando te lo propones.
Tranquilo, el peliplateado alza su cabeza, sólo para toparse con el sonriente rostro del oji-ámbar. Por nada del mundo debía mostrarse impresionado a las acciones del chico lo tomaron por sorpresa.
—Shuji Hanma, ese es mi nombre.— A pesar de resistir con todas sus fuerzas en las zonas vitales donde fue golpeado, no le importó, con tal de ver intrigante y fascinado a ese ojimalva. —Para ser un enano que no mata mi una mosca, tienes facciones feme...
