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— Vegetta —

Aquella voz resonó por toda la cueva. No recordaba que fuese tan grave y aterradora. Me dio un escalofrío al ver a Rubius allí. Lo observe de cabeza a pies, prestando atención a cada detalle. Sobre su cabeza había una corona dorada con unos detalles que caía en su cabello. Su piel era roja y tenía puesto un manto blanco demasiado largo ya que este tocaba el suelo. Y sus alas eran demasiado grandes y eso me hizo sentir bastante indefenso.

Mi cuerpo comenzó a temblar por un repentino sentimiento de miedo y de pronto lágrimas volvieron a salir. Oculte mi rostro mientras abrazaba a Leonarda. No quería que el demonio me viera de esa manera. Débil y al borde de un colapso.

— Si que te tardaste. —Su voz tenía un tono burlesco. — Pensé que después de nuestro encuentro estarías muy interesado en mí... Oh... ¿Qué haces?

Al parecer me había visto ya soltó un gran suspiro. Abrace con más fuerza el cuerpo de Leonarda pero él tomó mi mentón y me obligó a verlo.

— Vaya... —Soltó una risa y pude notar como relamió sus labios. — ¿Por qué un gran guerrero como tu está llorando? ¿Perdiste algún diamante o qué?

Eso me molesto. Se estaba burlando de mi.

— Tu me debes algo. —Mi voz apenas salió y sonaba ronca.

Rubius soltó una risa e intento acercarme a su rostro pero yo no me levante. Me aferre al cuerpo de Leonarda.

— Ni siquiera me dices hola. Eres muy descortés Vegetta. —Seguía burlándose de mi. Parecía disfrutar verme de esa manera. Su agarre fue más fuerte y está vez si logro levantarme del suelo. Él rápidamente tomó mis manos y me obligó a abrazarlo.

— ¡Suéltame! No estoy jugando. Esto... esto es serio. —Forcejeé pero él solo reía.

— ¿Por qué estás así Vegetta? Si la primera vez que me viste solo me besaste, ¿Qué te hizo cambiar? —Él vio la herida de mi brazo que todavía sangraba. Soltó una risa y la beso. Me sentí bastante incómodo e intente alejarme de él.

— Me debes... —Hablé pero me estremecí incomodo cuando su lengua pasó por la herida.

— ¿Qué? ¿Quieres algo de mi? Es curioso que me llames en un lugar tan oscuro y silencioso. Eres todo un... —Se quedó callado de golpe. Su mirada estaba fija en un punto detrás de mi. En Leonarda.

— Tu me debes algo. —Repetí pero él me empujó con tanta fuerza que caí al suelo muy lejos de ellos.

Él se acercó rápidamente al cuerpo de Leonarda y eso hizo que todos mis instintos se alertaran. Cerca de mi estaba mi espada, así que la tomé, corrí hasta donde estaba Leo y mantuve distancia entre ella y Rubius.

— Me debes un favor. —Nuevamente hablé y lo apunte con la espada la cual estaba manchada de sangre. No pude evitar en soltar más lagrimas y Rubius pareció sorprenderse ante mi actitud. Yo intentaba mantener una expresión seria pero mi tristeza era mucho más grande.

— ¿Quién es ella? —Preguntó molesto.

— Mi... mi hija. —Él se quedó unos segundos en silencio y luego desapareció por completo.

Eso me dejó desorientado.

— ¿¡Qué haces!? ¡Aparece! —Grité. — ¡Tu me debes algo! ¡Me debes un deseo maldito demonio! Hicimos un pacto de sangre. —Respire profundamente para calmarme.

Busque en todo mi alrededor algún rastro de él pero no había nada. Estaba completamente solo otra vez.

Mi respiración comenzó a acelerarse y poco a poco el pánico invadió mi cuerpo. 

Supongo que no fue buena idea llamarlo. Fue un error mío intentar hablar con él. Creo que lo único que me queda es salir de aquí y darle la noticia a Foolish.

Sentí un gran vacío. Pensaba en mil maneras de hablarlo pero mi mente se mantuvo en blanco. ¿Cómo iba a decirlo? No puedo hacerlo. No me estoy sintiendo para nada bien.

La temperatura de mi cuerpo comenzó a subir. Extrañamente la cueva conservo aquel calor insoportable y me estaba mareando.

Mi cabeza no paraba de dar vueltas y poco a poco mi visión se iba perdiendo. Me senté en el suelo para respirar y calmarme pero no funcionó. Mis ojos se fueron cerrando pero use todas mis fuerzas para mantenerme despierto.

— Leo... —Susurré mientras me acercaba hasta mi hija pero mi cuerpo estaba muy débil. — Leo... —Repetí pero esta vez caí al suelo. Mi rostro chocó contra la roca y hasta podría decir que me había lastimado. Pero no me importaba quería estar cerca de mi niña.

Pero de repente vi como ella abría los ojos y se levantaba del suelo sin ninguna expresión. No sabía si estaba alucinando y eso me estaba desesperando. Con ayuda de mis brazos intente acercarme hasta ella pero simplemente no pude.

El calor aumento y poco a poco mi vista se nubló por completo aunque podía escuchar voces detrás de mi. El miedo me invadió por completo.

— ¿Desde cuándo eres padre?

Deal || Fooligetta & RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora