el caso de las garras de terciopelo

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Boruto pulsó un timbre, situado a su derecha, sobre la mesa. Pasado un momento se abrió la puerta del despacho y entró Sarada con una libreta en la mano.

Sumire se recostó en el respaldo de la silla asumiendo un aire distraído, indiferente, como el de quien desea que no se discutan sus asuntos ante un inferior.

—¿Desea usted algo? —preguntó Sarada a Boruto

Éste alargó el brazo y sacó una carta de uno de los cajones de la mesa.

—Sí,  —repuso—. Deseo añadir algo a esta misiva. ¡Ah! Voy a salir, pues deseo despachar un asunto importante y no sé a qué hora volveré.

Sarada inquirió:

—¿Desea que le llame a un sitio fijado de antemano?

Él meneó la cabeza.

—No. Si es necesario, seré yo quien la llame a usted.

Atrajo hacia sí la carta y apresuradamente trazó unos signos al margen. Sarada titubeó un instante. Luego dio una vuelta en torno a la mesa, de modo que pudiera mirar por encima del hombro de su jefe. Éste escribió «Llame a la agencia de detectives de Inojin y pregunte por Mitsuki. Cuando se ponga al habla dígale que siga a esta mujer en cuanto salga de aquí. De ningún modo debe dejarla sospechar que se la vigila. Adviértale que me importa mucho averiguar quién es».

Secó la nota con una hoja de papel secante y se la entregó a Sarada.

—Dese prisa. Deseo firmarla antes de salir —observó al propio tiempo.

Ella tomó la carta, adoptando un aire de indiferencia.

—Está bien —dijo, y abandonó el despacho.

Boruto se volvió a Sumire.

—Bueno. ¿Cuánto es exactamente lo que puede ofrecer a míster Kawaki? — inquirió.

—¿Qué le parece? Dígame una cantidad razonable.

—Para mí ninguna lo es —repuso él muy tieso—. Me desagrada ser víctima de un chantaje.

—Ya lo sé. Pero usted es hombre de experiencia y por ello le consulto.

—El señor Kawaki le pedirá lo que crea conveniente —repuso —. Ahora bien: si exigiera demasiado probaré de ponerle obstáculos en el camino. Si, por el contrario, se muestra razonable, despacharé pronto el asunto.

—Por fuerza tendrá que hacerlo pronto.

—Bueno, pero no nos apartemos de la cuestión. ¿Cuánto piensa usted ofrecer?

—Hasta unos... diez mil dólares —aventuró Sumire.

—Kawaki se ha metido en la política, pero he oído decir que no es hombre opulento. Forma parte del partido reformista y esto le hace más valioso a los ojos del partido contrario.

—Bien, y ¿qué consecuencia saca de ello?

—La siguiente: para el Spicy Bits cinco mil dólares deben ser, en este caso presente, como una gota de agua.

—Bueno. Les ofrezco nueve, quizá diez mil dólares, si me apuran mucho.

—¡Oh, la apurarán, descuide usted!

Ella se mordió los labios por segunda vez.

—Suponiendo que suceda algo imprevisto, algo que me obligue a entrar en contacto con usted antes de poner el anuncio —preguntó a continuación Boruto —, ¿a quién debo dirigirme? ¿Podré escribirle a usted?

Ella hizo un enérgico ademán negativo.

—¡De ningún modo! —replicó—. Sepa usted, de una vez para siempre, que no debe escribirme, ni telefonearme, ni siquiera tratar de descubrir la identidad de mi esposo.

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⏰ Última actualización: Oct 03 ⏰

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