Abrazó sus piernas fuertemente, llevándolas a su pecho para intentar calmar el tambaleo de su cuerpo, pero no sirvió de nada por culpa del frío infernal en el ambiente.
La sangre escurría por su espalda, las heridas recientes en su cuerpo causándole un dolor insoportable, las lágrimas corrieron por sus mejillas, el agua de su cabello humedo caía en los lastimados, mientras el ardor lo hacía retorcerce en su lugar. Jamás entendió porqué a él le tocó vivir tal vida.
Ni siquiera había logrado conocer a su madre, estaba perdido, solo e indefenso. A merced de los malditos comerciantes que jugaban con su estabilidad mental, sentía que con cada día que pasaba se volvía un poco más loco, perdía la cordura lentamente al estar encerrado en aquel lugar desolador.
Si no lo sacaban pronto de ahí terminaría siendo amigo de las ratas, aceptando su triste destino.
La puerta del principio del calabozo de abrió, inundando su cuerpo con el terror absoluto por creer que venían a castigarlo de nuevo, se maldecía una y otra vez por haber protestado contra su comercialización, porqué ahora llevaba marcado el castigo en su espalda.
Aquella persona que traía una vela iluminando el oscuro lugar se paró frente a su celda, mientrás él se tapaba la boca callando sus sollozos, llorando silenciosamente sabiendo lo que se avecinaba.
La reja se abrió dándole el paso al muchacho, que se acercaba sigilosamente a su persona, pero el peliverde simplemente se alejó más. El hombre mostró sus manos, cargando la vela en la derecha.
Respiró hondo, tranquilizándose un poco al notar que no traía ningún instrumento de tortura.
-¡Oye, mocoso! -. Lo llamó, alzando la voz -. ¡Tu compradora ha llegado! Vístete y límpiate el rostro, no queremos que nos des una mala impresión -. Río levemente, mirando con burla la expresión de odio puro en su lastimado rostro.
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Caminó lentamente por los pasillos aguantándose las ganas de llorar de la angustia y del dolor, mientras era seguido por dos hombres detrás suyo, estaba aterrorizado, no sabía quien era su compradora, pero rogaba al cielo porqué fuera alguién que se compadeciera de él y lo liberara.Sus piernas débiles apenas lo sostenían, arrantrándolas por el cansancio de las palizas que había recibido horas atrás. Traía ropa nueva, bien cuidada y- ¡Mentira! ¡Simplemente le habían dado un largo trapo que ahora era gris por lo sucio que estaba! ¡Eran unos monstruos sin corazón que intentaban aparentar ser buenos para enganchar a los indefensos!.
Arrugó sus ropas con odio, la venganza se notaba en sus ardientes ojos verdes. Deseaba matarlos, hacerlos pagar por los largos tormetos que sufrió desde que tenía memoria. Pero no lo hizo, porqué él no era fuerte, no era alguién con poderes que se salvaría a sí mismo y a los demas esclavos.
Él no era nadie en ese mundo y quería morir por eso, pero ahí adentro no se lo permitían, lo torturaban pero no lo mataban, se divertían con su dolor y desesperación.
En cuanto salieron de aquel tunel interminable para él, la luz del sol brillante chocó con su pálido cuerpo, dándole la calidez que necesitaba y quitándole el frío que hace unos minutos lo conjelaba vivo.
Cerró los ojos dejando libre a las lágrimas que se acumularon en ellos, no lograba recordar la última vez que estuvo bajo la luz del sol sinténdose verdaderamente feliz con tan poco.
Creyó que recuperaba el sentido de su vida pero todo se fue a la mierda al notar a lo lejos al amo, junto a quienes se suponía eran sus nuevos dueños, ¿¡No tendría ni un solo momento de paz!?.
Agachó la cabeza, odiándose por su naturaleza obediente ante aquel hombre descarado y malnacido. ¡No! ¡Él no tenía una naturaleza obediente! ¡Esa gente lo hizo así! ¡Porqué a golpes le enseñaron que había que obedecer a los cerdos sin corazón!.
Cuando ya estuvo cerca del amo, este lo tomó del brazo y lo apretó fuertemente, informándole con aquel toque que le iría muy mal si la compra se cancelaba.
-Este es el último muchacho que escojí para usted, es tímido y bastante obediente, le servirá muy bien de todas las formas que usted desee -. Miró fijamente al chico de ojos verdes mientras fruncía el ceño, mandando un escalofrío a toda la espina dorsal del Omega.
El Alfa apretó fuertemente su brazo, mandándolo de un empujón al suelo a modo de reverencia hacia sus nuevos señores. Las feromonas de Alfa dominante de la persona frente a él lo paralizaron, llorando y sollozando en silencio por el terror de ser devorado por cualquier error que llegara a cometer.
Levantó su rostro, mirando a la encapuchada persona con suplica, rogándole que no le hiciece nada, estaba dispuesto incluso a darle su cuerpo si eso significaba que lo dejaría libre.
-"¡Ten compación y déjame libre!" -. Fue lo que pensó.
La persona estiró su brazo hacia los hombres a su lado, pidiendo algo que segundos después supo que era un abrigo, se agachó a su altura y lo puso sobre sus hombros, suponía que lo hizo a partir del temblor que arremetía en todo su cuerpo.
Miró el rostro de su comprador notando sus rasgos femeninos, ¡Era una mujer! Una mujer Alfa que no lo miraba con lastima, sino que lo veía de una manera que le resultaba díficil comprender lo que sentía, como si no le importara su persona pero a la vez si.
No sabría explicarlo pero su mirada le transmitía una calma que jamás había sentido. Llorando nuevamente, tirándose a los brazos de la persona que ya desde el principio lo cuidaba, aferrándose a sus ropas logrando que sus nudillos se tornaran de un color blanco por la presión que ejercía sobre ellos.
No estaba bien que confiara en ella si apenas la conocía, ¡Pero no podía evitarlo! Su corazón estaba conmovido por tal amabilidad hacia alguien tan insignificante como él, no ganaba nada con ayudarlo, entonces ¿Por qué lo hacía?.
¿Por qué lo trataba tan bien si cuando se cansara de él lo tiraría a la calle como un sucio y viejo trapo? Estaba confundido, su mirada llena de cariño le erizó la piel, con esa expresión le daba calor a su atormentada alma.
Su roto corazón no pudo evitar aferrarse a la nueva sensación que experimentaba, ¡Era nuevo y le encantaba!.
La mano de la chica se movió a sus cabellos para acariciarlos tranquilamente, tomando su cuerpo tembloroso entre sus brazos, protegiéndolo de cualquer amenaza.
-Págenle a la rata lo que acordamos, debemos regresar cuanto antes -. Informó con su voz profunda, confundiendo al peliverde. Había creído que su voz sería suave como la de un ángel, pero no, aunque no se quejaba.
La sintió caminar lejos de aquel lugar, soltando un suspiro por alejarse del malvado hombre que lo tuvo cautivo durante años, sonriendo por los reconfortantes brazos que lo rodeaban.
Y por primera vez durmió con tranquilidad, después de todo no existía peor monstruo que ese del que se acaba de librar. Bendita sea la hora en que el malnacido lo eligió como esclavo para esta bella señorita.
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Concubino || Izuku Midoriya
RomanceIzuku Midoriya, un esclavo que fue entregado al Palacio Imperial por su antiguo amo, vendiéndolo a la Princesa por una cuantiosa suma de dinero. Jamás pensó que de ser un esclavo pasaría a ser un concubino tan reconocido y amado por el pueblo.