Otros

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Su corazón acelerado provocó también el ligero sonrojo que ahora adornaba sus pecosas y algo regordetas mejillas, sus delgados brazos se aferraban al cuello de la mayor, quien lo llevaba en brazos a la habitación mientras él solo acariciaba su largo cabello blanco.

Intentaba no pensar en que tal vez la toalla que cubría su cuerpo podría caerse y dejarlo al desnudo, su rostro se tensó de horror por tal pensamiento, aunque de seguro la ojirubí ya había notado todas las cicatrices en su cuerpo.

Estaba realmente avergonzado, le estaba haciendo gastar su valioso tiempo y no podía pagarle con nada.

Esperaba recuperarse pronto para almenos converturse en uno de los sirvientes del apalacio y saldar su "deuda" de alguna manera.

Volteó hacia su espalda y notó que volvían a la habitación de la Princesa. ¿Qué estaba pensando? Eso podría ser malo para su reputación, lo entendía hace unas horas pues estaba herido, pero ahora ya no.

Cuando la puerta fue abierta notó las miradas acusadoras por parte de los sirvientes hacia su persona, los entendía, no todos los días vez que tu amo trata mejor a un mugriento y sucio prostituto que a tí que le sirves de años.

Sus ojos se cristalizaron al pensar en eso. Si se quedaba ahí seguro ellos hiban a maltratarlo, pero debía saldar su deuda con la peliblanca, además ese lugar era mil veces mejor que la posilga de la que lo sacaron.

La mujer al estar cerca de la cama lo dejó ahí sentado, mientras se giraba y cambiaba su mirada a una seria para dirigirse a los sirvientes.

-Quiero que le pongan la ropa que encargué, denle de comer y cuídenlo como si él fuera parte de sus familias. Es una orden -. Al escucharla, todos simplemente agacharon al cabeza.

Era obvio que no estabn contentos con aquella orden.

-Oiga... -. Llamó a la imponente mujer, tomándola de su brazo delicadamente. Quería apaciguar la ira de los presentes aunque sea un poco -. No es necesario tanta atención... y-yo...

Todos se tensaron por sus palabras, Izuku no lograba comprender. ¿Qué les pasaba?.

Empezó a temblar por las miradas rabiosas hacia su ser.

Mientras que en las mentes de los sirvientes se repetían las palabras del peliverde.

¿¡"Oiga"!? ¿¡Cómo se atrevía ese roñoso a hablarle tan irrespetuosamente a la honorable princesa!?.

-Tranquilo, Izuku -. Ella secó las lágrimas que sin darse cuenta habían comenzado a salir de sus ojos, también acarició sus brazos para darle calor y que dejara de temblar -. No puedo dejar que estés sin ropa, podrías enfermarte y tampoco es de buena educación andar desnudo por ahí.

Se sonrojó por lo último dicho, además que la sonrisa burlona de la peliblanca tampoco ayudaba. No pudo evitar soltar una leve risa, ella era tan simpática.

Luego de dejarle un beso en la frente ella simplemente se fue, bajo las miradas de todos.

Se empezó a sentir incómodo cuando los sirvientes empezaron a cuchichear entre ellos.

-¿Qué haremos con él?.

-¿Debemos seguir las ordenes de la Princesa?.

-Pues obvio que sí, no creo que quieras que le envien tu cabeza a tus familiares por desobedecer.

-Yo no quiero bañarlo.

-Es tan sucio.

-No me baño ni a mí misma y ahora lo tengo que bañar a él.

-No se preocupen, solo es un prostituto del que ella pronto se va a deshacer -. Todos asintieron ante aquellas palabras -. Debemos hacerlo solo por hoy.

-Tienes razón, primera y última vez.

Las lágrimas bajaron por sus mejillas por los comentarios. ¿Por qué lo trataban así? ¿Qué les hizo él?.

-Oye, mira. Ya está llorando -. Claramente pudo identificar el tono burlón de la sirvienta.

-Oye, tu. Prostituto -. Lo llamaron, levantó la cabeza y vio a un chico que lo observaba con soberbia y con los brazos cruzados -. No creas que por que la Princesa te trate bien te convertirás en su amante, no eres el único al que ella ha traido y cuidado.

-Es cierto, además de tí, trajo a otros más.

-No eres tan especial como creías.

Las risas de todos se hicieron presentes en toda la habitación. Temblaba de miedo y por el llanto.

¿Qué le pasaba? ¿Cómo pudo pensar que ella estaba interesada genuinamente en cuidarlo? Ella era una Princesa, no tenía por que cuidar de un mugriento como él.

Era obvio que él no hiba a ser el único.

Ellos tenían razón, su Alteza Kaori lo hiba a desechar en cuanto tuviera la oportunidad. Habiendo tantos Omegas hermosos y puros en el reino, ¿Por qué se quedaría con él?

Alguién que no tenía ni en donde caerse muerto.

《<><><>》

-

¡Kaori! -. Llamó alguien a sus espaldas, causando que volteara inmediatamente ante el llamado.

-¿Qué sucede, Katsuki? -. Preguntó cuando el caballero ya estuvo cerca, esperando unos segundos por la respiración agitada de este.

-Su Majestad... desea verte. No parece estar contento con tus acciones... -. Explicó luego de tomar profundamente una bocanada de aire.

-Esta bien, vamos. Después de todo nunca está de acuerdo con lo que hago y tarde o temprano termina por estar de mi lado y apoyarme -. Luego de decir aquello caminó hacia la sala principal, donde seguramente debería estar su padre.

-¡Por favor, Kaori! ¡No tientes a la suerte! Algún día el Emperador podría mandarte a ejecutar por tu rebeldía -. Explicó con una leve preocupación, ¿No se daba cuenta de que podría morir por sus acciones?.

-No es rebeldía, es simplemente humanidad -. Miró fijamente hacia el chico, rubí y rubí chocaron en aquella breve interacción.

De alguna manera el rubio encontró paz en la mirada decidida de la chica. Se habían criado juntos, más que su Princesa era su mejor amiga, no quería perderla. Aunque nunca lo admitiría en voz alta.

-Espero que nunca tengas que arrepentirte por tener un corazón tan amable -. Suspiró con resignación. La conocía como a la palma de su mano, si tenía algo en mente, no habría quien se lo quitara.

Era terca como una mula.

-No lo haré. Porque tu estás de mi lado, sé que me protegerás -. Sonrió burlona, es que tenía razón.

-Kaori... -. Tomó la mano de la peliblanca, apretando levemente en un toque que buscaba seguridad, tranquilidad y protección -. Por favor, no mueras...

Un breve silencio se instaló en el ambiente, que fue roto por las palabras de la mujer. Su sonrisa y el apretón en su mano le devolvieron la confianza.

Kaori era alocada, aventurera, traviesa y juguetona. Y en un mundo como aquel, las personas así eran las primeras en ser usadas y tal vez asesinadas.

-No moriré, aún tengo a muchas personas a las que ayudar -. Sonrío brillantemente.

Mierda, ella era una experta en engañar a todos.

Concubino || Izuku MidoriyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora