La mano que está en su cadera baja y la masturbo mientras sigo penetrándolo con todas mis ganas. Me siento llena, cada terminación nerviosa de mi cuerpo palpita y es como si me hubiera convertido en un desastre líquido de placer y lujuria.
Mis movimientos se vuelven torpes, incesante y desesperados, estoy al borde y sé que él también está al borde como yo, porque las ganas que nos teníamos parecen ser inmensas. Pone su mano sobre la mía y la mueve más rápido, quiere que terminemos juntos. Todo se descontrola y nos volvemos gemidos y gruñidos cuando él siente como me estremezco dentro de él, mientras me corro. Mueve mi mano más rápido y me corro con él, ambos jadeamos como locos. Me quedó muy quieta, descansando mi frente en su nuca, mi respiración agitada contra mi piel me hace cosquillas. Siento el corazón latir por todos lados. La cabeza me da vuelta, creo que es por la raya que me metí antes. Pongo mis manos en sus caderas para salir lentamente de su interior. Cuando salgo de su interior, una oleada helada me hace estremecer mi enorme pitote. Agotada, me tumbo en la cama y mi corto pelo rubio se pega a mi cara debido al sudor. Él también se tumba en la cama a mi lado, agarra la sábana y nos arropa a los dos. Gira su cara para mirarme y yo hago los mismo.
- Has estado increíble, Alberto - digo tan bajo que parece un susurro.
- Te amo, Eleonor.
Y eso es lo último que escucho antes de cerrar los ojos y dormirme.
La droga siempre acelera mi sueño, y hoy no es menos.