—Algún día volveré —susurro para mí, refiriéndome a Cairnholm—. Me han mantenido trece años alejada de esa isla, y al final he conseguido volver. Algún día, pase lo que pase, voy a volver a esa isla y voy a vivir en ella.

—¿Qué clase de mantra es esa? —refunfuña Enoch, agarrándose al bote.

La marejada nos lleva de un lado a otro y hace ya un buen rato que creo que damos vueltas en círculos. Pero, al igual que los demás, carezco de medios para confirmar o desechar mi teoría. Entre la niebla, se ve menos que si estuviéramos en plena noche. Me cuesta ver incluso las embarcaciones contiguas, y eso que estamos apenas a la distancia de los remos de las barcas donde van, respectivamente, Bronwyn y Víctor, y Jacob, Emma, Horace, Millard, Hugh y Fiona.

Miro hacia el cielo, casi esperando una solución mágica para nuestros problemas que sé que no va a llegar. La única persona capaz de ayudarnos en esta situación desesperada, nuestra directora, está transformada en pájaro. No hay forma de que pueda ayudarnos en esa forma, y no tenemos ninguna manera de devolverla a su estado original. Necesita la ayuda de otra Ymbryne, muy probablemente, y no disponemos de ninguna. Si es que aún queda alguna en libertad, ya que según tenemos entendido, están todas en posesión de los wights.

La barca se balancea de pronto de tal modo que me veo obligada a agarrarme con fuerza. Nuestro universo, antes relativamente tranquilo a pesar de la marejada, se ha transformado en apenas un instante. El viento sopla con más fuerza de lo que nunca lo he sentido (tal vez porque con este clima yo suelo estar en mi casa, con chocolate caliente) y las olas comienzan a hacerse cada vez más grandes, tornándose espumosas en las cimas.

Siempre he sabido que este mar es engañoso, que este estrecho se ha tragado a bastantes barcos como para que los marineros prudentes quieran evitarlo. Pero nunca había pensado que su humor cambiante me llevaría hasta esta situación. Supongo que, en realidad, nunca había pensado que me llevaría a nada, ya que odio subir a barcos, y no me gusta entrar a mar abierto. Pero estamos aquí, y mis temblores son cada vez más fuertes y no se deben al mal tiempo.

Víctor, notando mi ansiedad y miedo, entrelaza su mano con la mía. Lo miro durante unos instantes y después mi mirada va hacia Taima, que es quien está a los remos. Luego vaga hacia Claire, que se abraza a Enoch a tal punto que éste hace muecas de desagrado. No soy la única asustada, y esta gente depende ahora de mí. No puedo mostrarme débil, por mucho que lo desee. Acomodo a la pequeña Olive, que sigue tumbada sobre mí regazo y tiembla, aun con mi chaqueta por encima.

—Tranquila, pequeña —le sonrío—. Llegaremos sanos y salvos, ¿sí? No tienes que tener miedo, yo cuidaré de ti.

La niña se calma y tiembla un poco menos después de ese comentario, y así sé que no voy desencaminada en mi intento. Estos niños han vivido toda la vida con un pilar sabio y fuerte para sostenerlos. Una Ymbryne. Nuestra Miss Peregrine. Y ahora, lo que necesitan de mí es que sea un pilar, en ausencia de ese que les ha mantenido a salvos en un paraíso creado a partir de un día idílico.

Esta nueva visión del papel que tengo que intentar representar, tanto por su bien como por el mío, me inquieta. Nunca he sido un pilar para nadie, ni tan siquiera para mí misma. Más al contrario, siempre he sido yo la que ha necesitado un pilar, alguien en lo que apoyarse para seguir adelante. Pero ahora, frente a mí, tengo a dos niñas de no más de diez años, de hecho, de menos de esa edad, al menos físicamente. Dos niñas que están sentadas en una barca, mirándome con sus ojazos bien abiertos. Que están aterradas, y esperan de mí una protección que sé que no puedo darles.

Es demasiado para mí. Mientras lo pienso de manera consciente, me sobrepasa. Pierdo valiosos segundos sin reaccionar, y cuando reacciono no consigo hacer nada más que volver a sonreírles como un intento de calmarlas. Incluso a mí me ha parecido patético, y no me hace falta mirar hacia Enoch para saber que tiene una sonrisa socarrona en el rostro. Una vez más, todo mi cuerpo tiembla.

El Centro de la Guerra (Enoch x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora