A pesar de que le prometí a Win no volver a insistir, aquí estoy, sin poder dormir, con el teléfono estirado en mi mano derecha, apunto de llamarle.La pantalla marca las 2:05 a.m en letras grandes. Estoy estirado en mi cama, mirando a la nada y pensando en lo que sucedió con Win, como lo he estado haciendo cada segundo desde aquel día hace dos semanas atrás.
Presiono el botón de ‟llamar" y pongo el teléfono en altavoz con las esperanzas de que me conteste en -101, porque dejando de lado lo que sucedió, lo más seguro es que a estas horas Win se encontrara con los ojitos cerrados arropado de pies a cabeza y soltando ronroneos y patadas como tantas veces lo he visto.
Y aunque antes era rutina el llamarnos en la madrugada cuando alguno de los dos no podía dormir, o simplemente para hacernos compañía y competir sobre quién se quedaba dormido primero; ahora no es seguro.
Y aún con todas estas dificultades, decidí llamarlo; porque es Win, y cada posibilidad valía la pena con él.
Uno... dos... tres... cuatro pitidos hicieron eco en mi habitación, pero él no contestó.
Mentiría si dijera que no tenía una ligera esperanza de que lo hiciera, y no pude evitar que la decepción y algo de tristeza se instalara en el centro de mi pecho para aparentemente quedarse ahí.
Suspiro esperando por el último pitido, pero en lugar de eso, la voz de Win retumba en mi cabeza despertándome de la somnolencia.
—¿B-ueno?
Es su voz.
Me siento de un respingón en la cama sin poder creerlo.
¡Bendita sea la neurona que me impulsó a llamarlo ahora!
—¿Bueno?—Su voz vuelve a sacarme de mi trance.
—¿Win, eres tú?
Quise golpearme al instante; obvio que era él. Reconocería esa voz entre millones.
—Soy yo.
Un silencio se formó en la línea donde solo se escuchaban nuestras respiraciones, lo que indicaba que era mi momento de hablar antes de que Win se arrepintiera de haberme contestado y cortara la llamada.
—¿Estabas dormido?, disculpa si te desperté.
—No te preocupes, no lo estaba—Suspira y hace una pausa corta antes de finalizar— No he podido dormir.
¿Por qué?—Pregunto, aunque yo ya creo saber el porqué.
—¿Por qué llamaste, Bright? ¿Necesitas algo?
Su cambio repentino de tema me paralizó por completo, y es que había olvidado por un momento que ya no eran habitual las llamadas nocturnas, que ya no nos veíamos, y que ahora existía ese algo que me impedía tenerlo conmigo.
—Win, yo...—Suspiro pesadamente liberando un poco el nudo que se formó en el centro de mi estómago.
Sólo podía escuchar su respiración a través de la línea, pero sorprendentemente eso era suficiente para sentirme bien.
—Yo de verdad necesito que hablemos. Por favor déjame verte—Suspiro nuevamente, inquieto en la cama—Dame sólo cinco minutos, sólo cinco—Suplico como un perro callejero por comida, pero ahora no podría importante menos, y es que aunque no tengo idea de qué voy a decirle exactamente, no puedo permitirme el estar sin hacer nada viendo como nos alejamos cada día más.
Lo escuchó suspirar detrás de la línea, para luego guardar un tortuoso silencio por lo que parecieron horas.
—Está bien.