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Tal como una ave viajera, se la vivía de lugar en lugar.

Pero no precisamente se refería a mudanzas imprevistas o a magníficos viajes por el mundo, sería estupendo de poder ser así, pero no, la vida tiene sus consentidos y ella definitivamente no entraba en la lista. Recordaba esos años modestos en que la preparatoria parecía ofrecerle un futuro prometedor, notas altas, admiración de parte de los docentes y muchas ofertas de prestigiosas universidades, incluso fuera de la ciudad.
Sin embargo hoy se encontraba retenida en las diminutas cuatro paredes de ese apartamento, esperando ansiosa una de la llamadas que podría ayudarla. Logró culminar sus estudios ¿Entonces cuál era el problema? Que en un impulso extremo decidió seguir sus sueños y estudiar eso que le fascinaba: Pedagogía, una maestra con especialidad en preescolar cuya adoración eran los niños...

Y luego de su graduación fue expulsada de casa. Literalmente, sus padres la habían corrido por no seguir su muy esmerado "consejo-orden" para una carrera en medicina, aunque aveces se preguntaba qué sería de ella si hubiera accedido a hacer las cosas tal cual le pidieron.

Quizás tendría dinero, mucho dinero, pero sería tan infeliz como ellos mismos. No se rindió, aunque al salir al mundo real y tener que valerse por si misma sin apoyo, replanteo un poco su desición.
Ya muy tarde por supuesto, años tarde, aún así el día de hoy eso contaría como una buena anécdota. También se topo con que los nuevos contratos para educadores sin experiencia como ella tenían una duración corta, había sido suplente y reemplazo en ocasiones pero jamás consiguió un puesto fijo. Una semana atrás la culminación de su último trabajo llegó, por lo que decidida a no morir de hambre o quedarse en la calle, repartió currículums como desquiciada en cada institución posible, incluso en guarderías particulares, y hasta ahora no recibía ni una sola llamada.

Pensaba también en el soquete de su hermano y lo bien que parecía irle, en todos sus posts encontraba con sorpresa que él realmente vivía una vida envidiable. Hoy en Japón y mañana en Londres, una pijama en Brasil para despertar de cruda en Hawaii, Deidara nunca fue exactamente un chico que pudiera catalogarse de buen estudiante, tuvo más reportes y llamadas de atención que todo su salón junto, de puro milagro había logrado terminar la preparatoria con un 7. Pero claro, no objetó ni se rehusó a acatar el mandato supremo de su padre, exigiendo administración de empresas, debía admitir que por más idiota y cabeza hueca le sabía a los números.
Uno de los solteros más codiciados entre las chicas de su generación, pero tan imbécil que despilfarraba dinero al por mayor.

Ella también estaba soltera, pero no por gusto.

Parecía tener pegado un cartel con No me hagan caso pintado en grandes letras, sin importar cuánto se esforzará por mejorar esa deplorable vida amorosa cupido se resistía a visitarla. Las pocas veces que pudo entablar una verdadera relación, termino huyendo de un círculo vicioso, encontraba tipos malos y el indicado parecía no tener ganas de aparecer. Y ella se había rendido a seguir buscandolo, no le gustaban mucho los gatos así que sería la señora de los perros, sí, viviría con media docena de perros metida en el maldito ático del penthouse de Deidara, condenada a la pobreza y soledad eterna, comiendo fideos instantáneos con agua de las goteras.

-No seas ridícula...

Se quejo haciendo amago de intentar levantarse del cómodo nido de cobijas en su cama, sin embargo todo su ser aclamaba por un poco más de descanso por lo que sólo logró sentarse, mirando adormilada a su alrededor. ¿Cuánto tiempo hacia que no limpiaba? Igual si la basura se encontraba en su lugar, toneladas de polvo adornaban cada centímetro de su pequeño apartamento. Si bien no lo consideraba uno muy lujoso, le gustaba que fuera pequeño, pues sólo contaba con un pequeño living, la cocina-comedor, un baño, un micro patio con vista a un triste campo baldío y su habitación, económico y acogedor.

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