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Admitía que fue un verdadero patán en sus años de adolescencia, sacando provecho de la popularidad que se había ganado era el típico niño rico demasiado influyente en su círculo social, juntándose con un séquito de chicos altaneros e inmaduros que sólo esperaban la oportunidad perfecta para humillar a otros. Vivió durante esos años de secundaria y preparatoria amaneciendo los fines de semana en casas ajenas y pasando los días como si no tuviera una propia. Aprovechándose de la ausencia de sus padres y la nula limitación económica de estos para con él, Naruto alcanzo la cima social.

Nunca necesito rogar por un permiso pues supo burlar la tutela de sus cuidadoras.

Y en cuestión de amor tampoco experimento un corazón roto, aunque ahora le avergonzaba en sobre manera recordar lo nefasto que fue con todas las chicas que le declararon sus sentimientos, en esos momentos el poder rechazar a alguien pero tener a otra opción en automático le subía el ego, hoy sólo le reclamaba lo desgraciado que era. Pero al menos la universidad había logrado romper su asquerosa burbuja.

Reconoce que administración de empresas concretó uno de sus retos más grandes de vida, necesitando mucho tiempo para adaptarse a la facultad se vio sometido a una rutina totalmente diferente, atado a dificultades que ahora le parecen simples.
No fue hasta esa etapa de su vida que supo lo que era freír un huevo o agarrar una escoba por  mano propia, muy acostumbrado a dejar esas tareas a otros la paso un poco mal.

Tampoco le fue fácil hacer amigos, cortar con sus amistades anteriores lo llevo a la exclusión total, pero al final logró quedarse con personas que sí valían la pena, que estaban con él y no por dinero, tampoco hablar de amor, gracias a la nefasta reputación de preparatoria las chicas de las que se llegó a fijar le decían lo mismo: Era guapo pero no la mejor opción.

Naruto se inclinó, posando los brazos en la baranda del balcón. Más allá de los tejados de las casas vecinas, el sol le regalaba una magnifica vista, fusionando sus rayos con otros colores, brillos naranjas bañaban lo que estuviera a su alcance, una paz embriagaba el ambiente, una calidez, digno de un atardecer.

-¿Irás a cenar esta noche? -Fue una voz tras él que lo alertó, pero no necesitó girarse para saber de quién se trataba-. La tía quiere invitar a Hanabi también.

-Tengo mucho trabajo -Respondio sin más, con la mirada aún perdida en el frente.

-Le dijiste que sería hoy.

-No está vez.

-Naruto... -Le miro por sobre el hombre, encontrando a la chica de cabellos rojos de pie en la puerta-, quiere verte y a la niña ¿Qué te cuesta acceder a sus peticiones aunque sea una vez?

-He cedido mucho.

-¿Cómo?

Volteó dando una profunda calada al cigarrillo entre sus dedos, tenía los primeros botones de la camisa abiertos y ya no recordaba la última vez que había cortado su cabello, exhaló una columna de humo que le aire disolvió de inmediato.

-He cedido mucho, Karín, mi madre sigue pensando en mí como el crío de años atrás. Incapaz de valerse por si mismo, pero disto mucho de ser ese, ella debe entenderlo, todos deben hacerlo.

La indirecta había sido tan clara como si lo hubiera dicho de frente.

- Sigues molesto por lo de la niñera -No era una pregunta, sino una afirmación que termino resultando divertida a los ojos de la chica. Quién diría que ese hombre de aspecto descuidado seguía teniendo el ímpetu de rabietas infantiles-, por Dios, creí que no te afectaría tanto.

Naruto frunció en entrecejo.

-No me afecta.

-¿De verás?

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