Pueblo Ciego

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Cuando llegaron los Qu, cavaron y cavaron profundamente.

Dentro de varios refugios del tamaño de un continente bajo su mundo asediado, esperaron a que los invasores pasaran de largo.

Fue una apuesta inútil.

Los Qu localizaron las cuevas-refugio y rehicieron a sus habitantes sin esfuerzo.

Los refugios se convirtieron en el hogar de una ecología completamente diferente, un reino de oscuridad perpetua, alimentado por el goteo de agua y nutrientes del mundo exterior.

Una ecología sorprendentemente compleja se desarrolló sobre este escaso recurso; gigantescos insectos pálidos; los descendientes de plagas domésticas comunes, compitieron con pájaros y roedores al estilo de Dalí en campos de hongos crecidos en exceso.

Los depredadores no eran raros; peces casi cocodrílidos patrullaban los arroyos subterráneos y grandes murciélagos ciegos, ecolocando con una precisión desconcertante, cobraron su precio entre los residentes del suelo de la cueva.

Los techos de kilómetros de altura de los refugios brillaban en la oscuridad con constelaciones proteicas de hongos bioluminiscentes y, en algunos casos, animales.

La gente también estuvo presente aquí, aunque en formas desconocidas.

Eran más escuchados que vistos, ya que trataban de encontrar su camino en la oscuridad con gritos de banshee.

Estos trogloditas albinos vivían en un reino donde el sonido y el tacto, no la vista, eran la puerta de entrada a la percepción.

Habían desarrollado dedos largos y táctiles, bigotes enormes y orejas móviles para vivir en la oscuridad.

Donde deberían haber estado sus ojos, no había nada más que un parche de piel inquietante e impecablemente suave.

Su perfecta adaptación al mundo de la oscuridad había borrado la característica más básica del reconocimiento humano.

Tan adaptados como estaban, estaban condenados.

Antes de que el Pueblo Ciego pudiera desarrollar algún tipo de inteligencia para salir de sus tumbas geográficas, la constricción glacial de las placas continentales de su Mundo apagó los refugios uno por uno.

Antes de que el Pueblo Ciego pudiera desarrollar algún tipo de inteligencia para salir de sus tumbas geográficas, la constricción glacial de las placas continentales de su Mundo apagó los refugios uno por uno

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(Un padre ciego sobresaltado con su hija de un año. Aunque sabe mejor quedarse quieto para confundir a los depredadores equipados con sonar, el joven grita y se ensucia de terror. Sus dedos atenuados son el sello distintivo de una vida pasada en la oscuridad)

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