El puente de Krem

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-¿Prometes no reírte?-«Debí haber escapado cuando tuve la oportunidad.»

-Por octava vez, no me reiré.-afirmó mientras bebía otra copa de cidra. «¿Cuántas lleva?».-Te he visto en situaciones menos dignas, esta no puede ser peor.

-De acuerdo, solo no digas nada.-salí del vestidor.

-Oh, por mi fabricante.-expresó con estupor, dejando caer su copa ya vacía.

-Lo sabía, nadie debe verme vestido así.-resoplé. Me miro en el espejo y no me reconozco, ni siquiera me sienta bien este tono de verde.

-Lo siento, es que...-se acercó y levantó mi muñeca, agitando los volantes de mi camisa.-Pareces una servilleta.

-Pues esta servilleta no asistirá a su propia ceremonia.-me tumbé en la cama, esta vez nada me arrastraría a esa humillación.

-Alioth.-se sentó en la cama.-Ya hemos estado en este tipo de celebraciones, sabes que los invitados se verán más ridículos que tú.

-Entonces también me veo como un tonto.-«Ya me basta con serlo, no necesito parecerlo.»

-Eres el tonto más bonito que he visto.-me sonrió. Lana y su singular forma de consolar a la gente. No pude evitar devolver la sonrisa.

-¿Y qué hay de ti?-me recosté de lado.-¿No deberías estar poniéndote tu vestido de Dama de la corte?

-No soy una Dama de la corte.-replicó con desagrado.-Sabes que primero muerta antes que usar uno de esos pretenciosos vestidos.

-Si por ti fuera estarías muerta por cosas inferiores a ponerte un vestido.

-Como me conoces mi Ali.-dijo con una sonrisa de satisfacción.

-Mi hijo se ve como todo un Rey.-apareció de pronto en la habitación la figura de un hombre alto y fornido; de facciones duras, pero envejecidas por el otoño.-Aunque le pedí a Meredith que le agregara más volumen al jubón.

-Eso explica porqué te ves como tamal relleno.-comentó Lana, recibiendo una mirada fulminante de mi padre.-Pero es lo que se lleva hoy en el reino del sur, ¿no?-tomó temblorosa un sorbo de su copa con cidra.

-Hijo mío, verte por fin a un paso de tomar tu lugar en el trono de Krem, me llena de un orgullo que solo podrá ser superado el día de tu coronación.-mi padre colocó sus pesadas manos sobre mis hombros.-Tu hermano estaría tan orgulloso de que sigas sus pasos por el camino que él libró.

-Pfff.-Lana empezó a toser como si hubiese inhalado una bocanada de humo.-Será mejor que vaya a ponerme mi traje, no queda mucho tiempo.-dijo con voz áspera.-Permiso.-salió de la habitación casi corriendo.
«Sigues sin poder escuchar sobre mi hermano. ¿Aún lo odias tanto?»

-Quiero que uses esto.-abrió frente a mí una pequeña caja de terciopelo color jade, dejando ver una pieza dorada en forma de rombo, que tenía incrustada una gema marquesa.-Este fue el primer regalo que le di a tu madre cuando la conocí. Lo llevó puesto hasta el último día que la tuve conmigo.-su voz seguía sonando firme, pero su mirada demostraba una profunda aflicción que ni siquiera la dureza de su expresión podía ocultar.

-No creo que yo deba llevarlo.

-Tu madre soñaba con dártelo el día de tu boda, cuando reinaras junto a un monarca digno de tu nombre en su espada.-hizo una pausa, mirando de nuevo a la brillante joya.-Pero ahora tú eres ese monarca y estoy seguro de que tu madre estaría encantada de dártelo en un día como hoy.

-Gracias, padre.-«Dudo que ella me dejara esto a mí.»
Tomé la caja y cuidadosamente llevé la pieza hacia el cuello de mi camisa. Procedí a mirarme en el espejo y con la punta de mis dedos, toqué la gema.

-¡Alioth!... Alio...-la voz de mi padre se desvaneció.

-...El puente de Krem se va a caer... Mi bella dama.-una mujer canta con voz dulce-Desearía tener más tiempo mi bella dama.

«¿Quién es ella?»
Mi vista está borrosa, apenas puedo distinguir la silueta de una mujer; que carga en brazos a un bebé, aunque algo grande como para ser un recién nacido. La figura deja a la criatura envuelta en una manta sobre la cama.
«Esta habitación me resulta familiar.»
Todo está iluminado por la luz azafranada del atardecer, incluso puedo sentir la calidez de la escena.

De pronto, el escenario cambió a uno más sombrío, sólo se vislumbra un hilo de luz blanca que choca contra aquella mujer que ahora está sentada, sosteniendo algo que destella por la tenue luz.
«Una copa.»

-El puente de Krem se va a caer, se va a caer, se va a caer...-bebió de la copa.-El puente de Krem se va a caer, mi... -su voz se corta por una repentina asfixia.

«Tengo que salvarla.»
No siento mi cuerpo. Aunque puedo ver esta escena borrosa, no soy capaz de dirigir la mirada a otra parte.
«Sálvala.»
Ese pensamiento me está martillando el cerebro. «¿Por qué debo salvarla?» «¿Por qué estoy aquí?» «¿Por qué reconozco esa canción?»

-...Mi bella dama.-con un hilo de voz, aún suave a pesar de su falta de aire, terminó su cántico.

«No pude salvarte... Madre»

-¡Príncipe Alioth!-la estridente voz preocupada de Debir terminó de dispersar mi nublosa ensoñación.

-Estoy bien, creo que vi...-«¿Qué es lo que vi?»

-Debieron ser los nervios.-la voz de mi padre a mi lado, sosteniéndome en el suelo, me terminó de regresar a la realidad.-Vamos, hijo, debes tomar aire.-me ayudó a levantarme.-Guardia, le dejo al príncipe a su cuidado, debo encargarme de recibir a los invitados.-me soltó, pasando ahora al apoyo de Debir.

-¿Qué te sucedió?-preguntó mi amigo con inquietud mientras me llevaba al balcón. La brisa fría me permitió aclarar mi mente.-Empezaste a...

-Recordé una canción.-«Incluso muerta sigues causándome dolor»-El puente de Krem se va a caer... Mi bella dama.

Corona, Pluma y Espada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora