Chico de ojos café.

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Todo sucedió hoy. Estaba caminando como cualquier otro día por las concurridas calles de mi conocida ciudad. Todo era normal, cotidiano, nada se salía fuera de lo común. Hasta ese momento.

Te vi, sí, te vi y supe que eras tú, tenías que ser tú. Tenías andares de rey, ojos de felino y sonrisa de ángel.

No entiendo bien que sucedió, pero mis pies dejaron de caminar por la familiar avenida, mi cerebro dejó de conectar las ideas correctamente y mi cuerpo... se había convertido en un ente desconocido, había perdido todo el control sobre él.

Pero lo más desconcertante, era mi corazón; los latidos cambiaron de ritmo, y pareció dar un vuelco y cambiar de posición dentro de mi pecho. Ya no era mío, como si nunca antes lo hubiera sido. No me pertenecía, te pertenecía a ti. Parecía que estaba destinado a ello.

Justo en el momento que conseguí volver a respirar, tus ojos se encontraron con los míos. En ese momento empecé a amar el café, quería poder contemplar ese café todos los días, tomar de él, beber de él, adueñarme de ti, chico de los ojos café.

Pero, como todos los sueños bonitos, este se acabó, apartaste la mirada y seguiste tu camino, como un transeúnte cualquiera, como un joven con una vida a la que volver. Para ti no significó nada, no te arrebató nada, sin embargo, mi corazón se ha ido contigo, ¿cómo lo recupero ahora?

Almas, amores y otras decepciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora