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“—Él es muy lindo —¡Yo también lo soy! —¿Qué? —Date cuenta, ¡Me gustas! ”
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“Decir que estaba celoso era poco, su sangre estaba casi hirviendo del coraje y disimular era cada vez más complicado.”
Wooyoung ha estado enamorado de su mejor amiga desde hace ya bastante tiempo, y por mucho que ha tratado de confesarse, el miedo a perderla para siempre se apodera de él y termina quedándose callado.
Se conocen desde el jardín de niños; sus madres se llevan increíble y ellos incluso mejor. Son bromistas y escandalosos como el infierno, les queda perfectamente la frase de "Dios los hace y ellos se juntan". Ambos están ahí y la paz desaparece.
Por su parte, ella también siente cosas por Wooyoung pero cree que él tiene interés en alguien más ya que en reiteradas ocasiones ha hablado de un amor platónico que se adueñó de todo su ser (¡¿Joder, cómo es que no te das cuenta que eres tú?!). Por ello, ha intentado olvidarse de su mejor amigo tratando de enamorarse de alguien más, pero su corazón es necio y sigue encaprichado con él.
Un día conoció a quien ella creía sería su distracción. Se trataba de Yoshinori, un chico nuevo proveniente de Japón que se había integrado a su curso. No es que ella quisiese utilizarlo para olvidarse de Wooyoung, sólo buscaba que su corazón se inclinara por el japonés por su propia cuenta y que dejara en paz a Woo de una buena vez.
Se acercó al pelirojo japonés con intenciones amistosas. Él era realmente muy bello, eso era innegable, y un año menor que ella, eso le hacía sentir ternura. Al menor le agradó la chica y no dudó en corresponder a su propuesta de amistad pues hasta el momento no tenía ningún amigo desde su traslado a Corea.
Se llevaron muy bien, tenían casi el mismo humor y compartían gustos similares. Pero ella no se había enamorado aún.
Seguía viéndose con Wooyoung y eso sólo le hacía estar más segura de que jamás podría olvidarlo.
No podía decirle que no cuando la invitaba a salir o jugar videojuegos juntos, él era muy insistente y ella muy flexible. Terminaba yendo a su casa o al cine y conversban como si nada pero en el fondo ambos sentían algo más.
—¿Y qué has hecho? Además de joder todo el tiempo —rió —Ja, ja. —rodó los ojos —Tú jodes más que yo — lo observó con seriedad. La risa del pelinegro se intensificó. —Es broma, a veces te pones sensible —Ya lo sé, sólo soy dramática. Pero respondiendo tu pregunta... —Él la miró atento —He conocido a un chico —¿Qué? — Síp, es de Japón, se llama Yoshinori pero me ha dicho que le llame Yoshi ¡Y es demasiado tierno! —sonrió al recordar el rostro del chico, mentira no era. —Ya... ¿Hace cuánto lo conociste? —le dedicó una mirada seria, su semblante era sombrío. Ella jamás lo había visto de esa manera, su piel se erizó. —Hace dos semanas —Es muy poco como para considerar tierno a alguien —No necesitas de mucho tiempo para darte cuenta de la ternura de alguien, en especial de alguien como él que tiene un rostro tan lindo. —Mmmh... Ya. ¿Sabes? Se me hace tarde, tengo tarea que hacer, nos vemos luego. —Tomó sus cosas y se dirigió a la puerta cerrándola de golpe.
