« Jihyo amaba la rutina. Sana amaba lo desconocido. Jihyo amaba la perfección. Sana era completamente imperfecta. Jihyo no tenía grandes sueños. Sana vivía en uno.
Jihyo odiaba las despedidas. Sana vivía de ellas.
Jihyo no quería seguirla. Sana no q...
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Mi fantasía de un amor perfecto comenzó a destruirse un mes después del nacimiento de Ethan.
Sana y yo estábamos cuidando al pequeño mientras Momo descansaba, pues el pobre la agotaba. No nos encontrábamos en la casa abandonada, sino en el departamento que Sana les había regalado.
No era maravilloso ni lujoso ni demasiado espacioso, pero funcionaba para los tres.
Mi novia había obtenido el dinero con sus trabajos y vendiendo algunos de los recuerdos de sus viajes. Yo me había conmovido al saberlo, pues con ese mismo dinero habría podido emprender sus muy amados viajes.
— Estuve hablando con él ayer. Dice que te admira —Me contó la peli-rosa mientras lo alimentábamos. Ella era increíble alzándolo, pero terrible alimentándolo. Yo era terrible alzándolo, pero buena alimentándolo.
Es así como Ethan terminó entre sus brazos mientras yo me ocupaba de darle su biberón. A él no le importaba, pues parecía estar disfrutándolo. Su rostro de placer idéntico al de Normani cuando comía su dulce favorito lo delataba.
— Eso es imposible, Sattang. Los bebés no suelen admirar nada más que el pecho de su madre —Me reí de ella, pero Sana no lo hizo conmigo. En realidad, parecía estar algo ofendida gracias a mi comentario.
— Él es un bebé especial, Hyo. Es decir, se llama como tú, debe serlo... Él no sigue la regla de los bebés comunes. Jihyo es mejor que lo común.
Y para no seguir discutiendo solo acepté su argumento y besé su frente. Sana siempre encontraba una forma de ganarme, tal vez porque sus respuestas no solían ser las típicas y no lograba enfrentarla con rapidez.
Ella nunca habría admitido que estaba equivocada, pues en su pequeño mundo siempre tenía la razón.
— ¿Te gustaría tener hijos conmigo? —Me propuso sin pensarlo ni un poco. Me sorprendí, por supuesto. Nadie se espera algo así de forma tan repentina— Tranquila. Yo me ocuparía de que te amaran tanto como yo.
Entre los brazos de Sana el pequeño Ethan comenzó a llorar, pues debido a su pregunta yo había alejado el biberón de su boca. Se lo devolví aun algo impresionada.
Miré a mi novia esperando que bromeara, pero la sonrisa sincera en su rostro me decía que no estaba haciéndolo.
Comencé a sentirme mareada.
— Sattang, yo... yo... —Seis veces intenté continuar, pero no podía hacerlo. No sabía cómo reaccionar.
— Respira, Hyo. Lo necesitas para vivir y continuar a mi lado.
— ¿No crees que es muy pronto? —Logré formular finalmente.
Mi boca estaba completamente seca, y tuve que contar hasta diez seis veces para que mis manos dejaran de temblar. Estoy segura de que Ethan agradeció que el molesto movimiento se detuviera.
