Cap 2. Saliendo de la ciudad

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Me desperté cuando escuche el motor de una moto, rápidamente me di cuenta que era Fernando, pedí que pararán el carro, lo cual hicieron sin decirme nada, salí del auto mientras veía cómo Fer estacionada y bajada, salí corriendo a abrazarlo, había frío y no llevaba nada más que una blusa roja de manga corta, cuando lo abrace sentí ese calor fraternal que me va hacer mucha falta, el me abrazo, cuando nos separamos se quito la chaqueta negra que tenia y me la puso y me susurro al oído

- Te la regalo - nos separamos y le puse bien la chaqueta

- Es tu favorita - dije viendo sus lindos ojos grises, el solo me sonrío

- Tranquila tengo más y lo sabes - vi como se daba la vuelta y sacaba algo de su mochila y me lo dio, era una caja negra con un listón blanco

- Gracias, pensé que no nos volveríamos a ver - le dije mientras intentaba abrir la caja, sentí sus manos parar la acción que hacía, era la primera vez que me fijaba bien en sus manos eran grandes y muy suaves de igual forma muy finas levante mi vista y escuche

- No digas eso ni de broma y quiero que me prometas que vas abrir la caja hasta que tengas tu cuarto terminado - asentí sonriendo volvió abrazarme y lo abrace, ya no era un niño cómo cuando lo abrace por primera vez, era tan pequeño y delgado, ahora era más alto y sus hombros eran tan anchos, me sentía bien en sus brazos, me susurro en el oído

- Escapemos -

- Vámonos -

Solo reímos, nos despedimos y subí al carro, vi cómo el se iba de regreso.
El carro se movía cuando escuche una voz hablándome

-¿Es tu novio?- Esa voz era la del que conducía el auto, el esposo de mi mamá.

- No, es mi mejor amigo -

- Parecen cercanos, deben llevarse bien -

Solo asentí y me acosté para seguir durmiendo. Sentí que alguien me movía vi que era mi mamá. Vi la hora eran las 12 de la tarde, había dormido demasiado ya

- Hija, levántate vamos a comer, no has desayunado y necesitas almorzar vamos - me levante de mala gana y vi como a mi mamá le ofrecían una mano, por fin podía verlo bien, era muy alto y se veía joven, era rubio y ojos azules, su piel blanca cómo la leche y ni un lunar que arruine esa piel. Sonreí de lado y los seguí adentro de lo que parecía un restaurante

- Tengo muchas nauseas - dije aun con sueño.

- Solo comerás una ensalada y te tomaras esta pastilla - mi madre me extendió las pastillas y las recibí cuando aquel hombre me sonrío, solo le sonreí.

-¿En qué grado vas?- me pregunto ese hombre que deduje era mi padrastro

- El último del bachiller -

- Sabía que te habías adelantado un par de años, tu mamá me ha platicado mucho de ti -

- Pues yo no se nada de ti, ni su nombre - Sentí la mirada enojada sobre mí

- Bueno mi nombre es Rafael Ramírez, tengo 40 años y mi trabajo  son los negocios - me sonrío tenía unos dientes blancos

- Un gusto en conocerlo señor - intente ser amable por mi madre, nunca la había visto tan feliz, solo veía cómo mi madre miraba a Rafael con esos ojos cafés y su sonrisa tan grande, ese cabello negro largo, liso que le caía por los hombros y llegaba hasta la cintura, su piel algo clara brillaba y pues si era feliz yo también o por lo menos eso esperaba

- No me digas tan formal, puedes llamarme por mi nombre -

- ¿seguro?

- Si, puedes no me molesta -

De la ciudad a un pueblo ¿que puede pasar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora