VI (Parte 2)

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Desolada, triste y en mal estado, similar a un pájaro bebe abandonado, corría sin parar. La vida empezaba a tornarse oscura, con incertidumbre y dolor. En medio de la oscuridad verla era tenebroso.

Al bajar la colina saqué mi pañuelo y se lo dí, cayendo desmayada sobre mí.
Su respiración estaba alterada, su cabello brillaba, su piel sangraba. Algo malo ocurría.

La llevé al hospital, no sin antes recoger a  Lucy de casa, ella la lamia intentando despertarla pero era inútil. Las enfermeras extrañadas la atendieron pronto, sustituyeron su ropa por una bata clínica blanca. Mire por la ventana una lavadora express cercana, salí de la habitación y fui a lavar su ropa y de paso comprar una gelatina, se suponía que esto era sano.

Al llegar me senté en un cojín a pocos metros de ella, empezó a despertar, mirandome con enojo, me preguntó:

-¿Y mi ropa?,qué haces con ella, juráme que no me cambiaste tú.- Tenía un tono tan arrogante, y grosero.

-No, no para nada, fueron las enfermeras. Tan solo fui a lavarla, ¿qué hacias afuera en la noche en esas condiciones?

-No quieres saberlo, preguntón.

-Malagradecida- Gruñí

-Hijo de...

-Soy huerfano. -Dije interrumpiendola

Esto último la dejó atonita.

-Isabel-

Nuestra discusión era extraña, pero si algo me enseñó mi padre fue que no confiara en las personas. El idiota se veía tan inocente y sabelotodo que incluso hartaba. Miré como se marchó por la puerta, tirando a un lado la ropa doblada.

No sé que sucedio quizá tenía una enfermedad, pero me sentía mucho mejor la mañana siguiente. Me dieron de alta y fuí a casa, a mi solitaria y dulce casa. Mi padre se fue a un viaje de negocios y mi madre ya había muerto hace diecisiete años. Estaba completamente sola.

Llegar a la escuela era un desperdicio de tiempo, me decían cosas que ya sabía.

Era tan aburrido y sofocante, era hora de salir, miré una silueta por los pasillos observandome, era el idiota ese mismo idiota.

-Hola, hey hola!- escuchaba detras mio, me giré y pregunté.

-¿Quién eres?

- Soy Johan perdón por haberte dejado actuar sin mi ayer en el día del teatro.

- Ah! No pasa nada - Moría de ganas por soltarle un puñetazo.

Di media vuelta y me marché a casa, subí a mi habitación, al caminar por el pasillo ví el diario viejo cubierto de cuero de mi padre, se que no era debido leerlo pero la curiosidad ganó.

-Mayo 24, 1985

-Dekerux, era un emperador romano, vaya nombre para una maldita droga envenenadora, tenía una gran capacidad de adicción, en mis años como médico esto era muy extraño, no había comercialización de ella, incluso era secreta pero yo la descubrí.

Las formas para obtenerla era sometiendo a una persona a altos niveles de epinefrina, regularmente niños y mujeres, se cree que ya se la usaba en la antiguedad conservando jóvenes a las personas. Si se comercializaba iba a haber asesinatos masivos. Pocas personas tenían información de ello, incluyendome.

Cerré el diario rápidamente, mi padre había llegado, baje precipitada las escaleras y fui a recibirlo, dandole un fuerte abrazo.

-Te tengo una sorpresa- Dijo colocando un frasco transparente del tamaño de mi mano en la mesa y cerrando la puerta detrás de el.

-¿Qué es?

-Míralo

Era una especie de dragón,de color negro con alas muy grandes.

-Wow- Dije atónita.

-Lo sé, los cuentos medievales ya no se tornan fantásticos verdad?

-¿Cómo lo conseguiste?

- En Rumania, en un poblado que tenía un acantilado, fui de expedición y lo encontre perdido, omitiendo que casi caigo dentro de el- Dijo soltando una risa nerviosa.

-No me puedes dejar sola, recuerdalo

-No querida, nunca!

La noche cayó, encendí mi televisión, mi padre dormía.

Una noticía de ultima hora interrumpía la película. La noticia, relataba que varios cuerpos descuartizados fueron hallados en una bodega, con un detalle curioso, eran niños y mujeres.

-Blazz-

Caminaba por el bosque, paseando a Lucy, al llegar a la calle me dirigí a una cafeteria con aspecto rústico de piedra, la noche surgía, me dirigí al centro de bodegas donde guardaba mis armas, despúes de todo lo ocurrido ya hacía falta utilizarlas como protección.

Un olor repugnate se acercó a mi nariz, caminé hacia una bodega, rompí la cerradura y la abrí, descubriendo el origen tan repulsivo de aquel olor.

Lágrimas salieron de mis ojos, había una infinidad de cuerpos, eran aquellos inocentes que cayeron en las manos del mal. Llamé a la policía.

Me fuí de ahí, no quería verme involucrado, esto resultaba muy raro, penoso y terrorífico.
Los Ruterford no podían haberlo hecho,  habían muerto la noche de mi mudanza, de forma tan tétrica, quemados y devorados por algo más macabro que ellos, dejando a su hijo como único sobreviviente.
Un vagabundo fue testigo de ello y se lo contó a mi abuela, nadie le creyó incluyendola, pero yo sentía verdad en sus palabras. Me asusté, dandome mas motivos para irme de ahí.

La policía encubrió su muerte como un accidente vial. Dejando tranquilo y ciego al pueblo.

Esa cosa estaba cerca, los Ruterford tan solo eran peones dentro de un juego sangriento de ajedrez.

Tiempo En CartasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora