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No era demasiado el tiempo que llevaba en este tren, apenas había conocido el primer vagón. Resulta que por dentro el tren es...
¡Increíblemente grande!
Cada vagón por dentro es tan ancho como varias casas, es como si la realidad dentro de los vagones fuera diferente, algunos más grandes que otros, unos con casas vacías, otros con montañas, otros con playas, bosques o mares, cada uno albergaba una característica diferente que los hacían únicos y todo un deleite para mis ojos, me preguntaba cuanto tiempo me tomaría conocer el tren completo y cuantas sorpresas me llevaría a partir de el.
Es raro pero, me gusta.
El chico que conducía el tren personalmente se ofreció a mostrarme vagón por vagón, que amable, aunque si te fijabas bien su situación también parecía ser triste, las personas que él llamaba tripulación no eran más que maniquíes, al parecer el había pasado más tiempo solo que yo, por su edad aparentaba eso... Su edad...
¡No recuerdo su edad! Creo que si se la pregunté la olvidé, también me olvidé de su nombre.
Que loco.
Aún me quedaban por explorar muchos vagones, por que sí, cuando creí que me los había mostrado todos me sorprendió que el tren fuera más increíblemente grande de lo que imagine, tenía una gran cantidad de vagones, vagones que exploraría.
En este día me encontraba en mí habitación, esta tenía todo lo que alguna vez quise para dibujar, el maquinista es muy generoso al darme todas las comodidades que gozaba, aunque dijo que no era problema ya que él no usaba eso, no sabía pintar.
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Estaba dibujando sobre mi cama, imaginaba un lindo paisaje, un bosque verde, donde la tranquilidad y el silencio reinan, lleno de árboles rebosantes de vida, pájaros, animales, insectos, todo lo que puede vivir en un gran pino. El pincel bailaba sobre el lienzo nevado, polvoriento como los recuerdos de mi pasado, que no tenían importancia traer a la mente en estos momentos.
La habitación silenciosa ayudaba a mi concentración a diferencia de mi cuarto antiguo donde se escuchaban los pájaros y el viento, al menos fue así hasta que fui interrumpida por ya sabemos quien, era el maquinista quien vino a hacerme compañía.
Dando un leve salto miré hacia atrás, viendo nuevamente su sombrero y traje, al parecer no sabe nada de moda. Pensaba mientras mi cabeza buscaba las palabras correctas para saludarlo.
-H-hola s-señor maquinista -Mi voz se corta, obligandome a tartamudear ¡Mis habilidades sociales parecen estar oxidadas!
-Ouch eso dolió ¿En serio me veo tan viejo? -Hace un gesto ofendido, que a mi parecer lucia gracioso.
«Me acaban de llamar viejo, ni siquiera me ha crecido pelo en el pecho y me llama viejo, solo tengo diecisiete años» Piensa él maquinista.
Se le veía concentrado, así que imagino que en su cabeza justificaba mis palabras, río internamente.
-Milla, me presento nuevamente, quizás hayas olvidado mi nombre. O quizás nunca te lo haya dicho -Susurró esto último a regañadientes, pero pude escucharlo.
Bajando su sombrero dejó ver su cabello lacio, era largo, estaba reposando sobre sus orejas, lucia bien cuidado, quizás no era experto en moda pero debía admitirse que sí sabía cuidar la higiene personal, no tenía ojeras, tampoco lagañas, peste u otra cosa que indicara poca higiene personal, lo único eran sus manos llenas de callos quemaduras y cicatrices.
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Milla y el Tren a las Estrellas 🌟 .
Fantasy//// -¡Mamá Papá no se vayan, no me dejen sola! -El mundo esta arruinado Milla, todos lo estamos, estarás bien dentro de la cápsula, eres la esperanza de todo el mundo. -Nos vemos en un futuro...pequeña estrella -Nooo! Una oscuridad llenó mi mente...