𝓚𝓲𝓪𝓶𝓲 𝓜𝓪𝓻𝓬𝓱𝓮𝓽𝓽𝓲 𝓝𝓸𝔀𝓪𝓴 (𝓚𝓲𝓪)

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Lo más cercano que recuerdo a mi infancia es una habitación decorada con toques pastel, un gran ventanal que dirigía a un balcón con barandal viejo color café, odiaba ese barandal me sentía presa en una prisión para niños bien portados y antecedentes de comer bombones, mi cama era más grande que yo ¿saben que es dormir en el centro y sentir que te traga la cama, no? Es una cosa fantástica, es como dormir en un malvavisco. Mis muebles eran color lila y cada alfombra era color azul con pelillos suaves como plumas, el espejo grande en una de las frías paredes parecía un estudio de danza, me sentía la estrella dentro de mi mundo, mis juguetes ¡Dios, Mis juguetes! Yo amaba mis juguetes, mis muñecas, mis carros de carrera, mi pony montable de pelaje suave y movimientos automatizados, me daba miedo pero me gustaba, digo, tenía que cubrirle con una manta cada noche pero de día la luz del sol al salir le quitaba lo tenebroso, tenía muchos libros de historias infantiles, mi favorito "El patito feo", siempre me gustó como el ser unico te aleja de las personas incorrectas para hacerte perfecto ante los que conectan con tu locura. Oh bueno, eso creo a hora pero a mi corta edad lo veía más porque era la única en esa mansión de millones y millones de cuartos y pasillos.

Mi cama era de agua, no, no era el sueño, era un maldito infierno, dolía mi espalda cada que dormía en ella y eso obligó a mi padre a cambiarlo, decía que "Preferisco stare tranquillo piuttosto che ascoltare quella ragazza lamentarsi." ("Prefiero estar en mi paz mental que escuchar a esa chica quejarse." ) y solo así mi espaldita de 6 años descanso hasta ahora, por cierto ¿olvide mencionar que soy la chiquita de muchos hermanos?. Pues si, lo soy, y lo descubrí un día muy casual.
Desperté por la madrugada con los ojitos entre cerrados por la luz de mi lamparita de dormir, un bello unicornio de mesita de noche, aventé las sábanas con los pies y mis pataletas para poder sentarme sobre mis piernas mientras tallaba mis ojos con mis manos y mi pequeñas trenzas ya desechas por el movimiento de mi cuerpo mientras dormía dándome una apariencia de nido de ratones. Había tenido una sensación de a ver escuchado ruido en ese ventanal de prisión que solo me daba más pesadilla que escuchar las historias de Dante comiendo el cereal primero y luego la leche, mi inquietud se iba cada que olvidaba por qué habia despertado y es que tenía suficiente sueño como para estar investigado que era ese rechinar de afuera, pasaron unos minutos y seguía con la mirada en ese ventanal, si me lo preguntan no le ponía atención ni tenía ideas de conspiración espirifasmaticas, y es que a mi corta edad tenia conocimiento de mis creencias, fantasmas no eran parte de ello, mi cuerpo se vencía conforme mi mirada se resiste a apartar la vista de ahí y mis manos seguían abriendo y cerrando sujetando la sábana por el frío, de un momento a otro mi cuerpo callo de golpe a la cama dejando mi cara en las sábanas y mis pies en la almohada, era gloria volver al sueño, esa sensación aún la disfruto después de tanto pero claro todo lo bonito tiene un final, un golpe más fuerte que el habitual retumbó en la habitación haciendo que el ventanal abriera de par en par haciendo que mi existencia saltará de golpe y rápidamente soltera un pequeño y sutil grito agudo de niña asustadiza mientras mis manos cubrían con la almohada mi cuerpo, en ese instante creí en todo lo posible que pudiera entrar y comerme en mil pedazos, lamentablemente mi shampoo de chocolate con vainilla le darían a mi cazador un buen sabor, mi miedo no era un animal rabioso o como ya dije un espirifasma, no, era un ser de poca estatura como los que describía Dante que habían en toda la mansión, decia que era un enano de piel blanca, con ojos gris verdoso y de cabello largo color negro que devoraba todas las galletas y gomitas de lombriz que había en la cocina, solía jugar en el jardín con las flores de la Nonna que eran convertirse en comida servida en mis juguetes de cocinita integral de porcelana, solía destrozar las hojas de papel con los rayones de crayola según haciendo creer que eran arte, honestamente no quería toparme con ese ser desalmado que se comía mis galletas y gomitas, que también jugaba con mis juguetes, peor aún, usaba mis crayones, era mi temor hasta que crecí y entendí que mi hermano era un desgraciado idiota que solo me molestaba, grazie mille Dante, lo odio, pero para mí suerte no era ese ser. La niñera de familia que cuidaba de mi, que para mí era extraño que desde que era joven ella trabajará con nosotros ya que yo y Dante no teníamos mucha edad, su vejez no era culpa mía de que ya fuera una señora, mala leche la tía pero me cuidaba bien así que ni quejarme podía, su mirada de susto al entrar a mi habitación y verme del color de las sábanas me hicieron entender que no era cualquier cosa hasta que ella misma se sorprendió al notar la sombra negra entrar a mi habitación, sus manos finas y delgadas subieron a su cara tapando su boca, mi respiración y actitud ante tal momento me hicieron notar que algo no estaba bien así que solo fruncí clamando mi agarre de la almohada y bajando está a mis piernas, mi mirada viajaba de ella a esa sombra sucia y despeinada que se asomaba con cautela a la habitación, la tención era bastante de parte de la niñera, parecía estatua de la entrada principal solo que ella no estaba desnuda y faltando al respeto con su orina artificial al pastizal.

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⏰ Última actualización: Jun 24 ⏰

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Cartas al Pasado: donde todo empezó (✓) [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora