Introducción

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Correr nunca se me ha dado bien, que va.

Pero correr parece ser la única manera de mantenerme con vida, o eso espero, porque ese hombre con un solo ojo que lleva persiguiéndonos desde hace un buen rato a Bosco y a mí, tiene claras intenciones de alcanzarme y acabar con nosotros. ¡Y no sé la razón!

Soy Zorely Vera.

Tengo once años y medio. Chico, en tan pocos años de vida las cosas se te pueden colocar de cabeza.

No recuerdo que mi vida haya sido tan caótica como en los últimos seis meses, y eso que yo de por sí soy considerada una caótica. Una caótica con talento debo aclarar.

Verás, las cosas se pusieron feas cuando... ¿¡ESO HA SIDO UN HIDRANTE!?

Miro por encima del hombro al darme cuenta que ese hombre de tres metros de altura ha arrancado el hidrante de la acera y se lo ha tirado a Bosco y me quedo sin aliento al ver que lo hemos esquivado por los pelos.

—¿Estás bien? —Pregunto con la respiración entrecortada.

—¡Sigue corriendo! —Me dice mi delgaducho amigo—. ¡Sube a ese taxi! ¡YA! —Señala al auto estacionado en una acera al cruzar la calle.

Lloro internamente al sentir ardor en las piernas.

¡Quiero a mi mamá!

No me detengo a ver si el tráfico esta adecuado para cruzar la calle como una maniática, pero por fortuna nadie me atropella. Me gané unas cuantas maldiciones por parte de los conductores, eso sí.

Subo al taxi y dejo la puerta abierta para que Bosco se aviente directamente al asiento a mi lado.

—¡Clarisse, echa a andar! —Le suelta mi amigo y se acomoda los zapatos de manera rápida.

—¡No me digas lo qué tengo que hacer, sátiro! —La chica de cabello castaño claro responde de manera agresiva mientras comienza a conducir de manera lo suficientemente descuidada como para provocarle tres infartos a Lucien.

Lucien es mi hermano mayor, por cierto.

No me había percatado de la presencia de la chica hasta que Bosco le habló y, aunque tiene aspecto intimidante, no aparenta tener muchos más años que yo. Solo dos años mayor que yo, quizás.

Si la policía nos pilla... ¡QUE VA, LA POLICÍA JUSTO AHORA NO DEBE DE SER LA MAYOR DE MIS PREOCUPACIONES!

Comenzamos a alejarnos de manera rápida de aquel sujeto horrendo de tres metros.

Me hundo en mi asiento y me coloco el cinturón de seguridad mientras intento regular mi respiración agitada.

Apenas y tengo tiempo para detenerme a pensar en algo que dijo la chica.

—¿Te dijo sátiro? —Le pregunto al chico de piel pálida a mi lado—. Te han dicho muchos apodos, pero ese es nuevo.

Bosco solo se limita a suspirar de manera pesada y a echar miraditas nerviosas por el retrovisor.

No pienso quedarme con respuestas sin responder.

—¿A dónde vamos? —Suelto la pregunta en el aire.

—Long Island —Esta vez Bosco sí que me responde.

—¿Y qué ha sido todo eso? —Pregunto señalando hacia atrás, refiriéndome al desagradable individuo que ya dejamos atrás—. ¿Qué era eso? Nunca había visto a un hombre de tres metros con un ojo, y eso que he visto muchas cosas...

—Será mejor que dejes de hacer preguntas, escuincle —La castaña me dice en tono de advertencia.

Observo a través de la ventana del taxi y me doy cuenta que el tráfico ha desaparecido y que estamos al pie de una colina.

Entonces capto la manera en la que la chica me ha llamado.

—¿A quién llamas escuincle, eh? —Inquiero, cruzando mis brazos sobre mi pecho.

La castaña se da la vuelta para mirarme a la cara a punto de reclamar, pero Bosco interviene en el momento justo.

—Las preguntas se harán cuando lleguemos, por ahora recupera tus energías por si nos toca volver a... ¡CLARISSE, GIRA! —Bosco extiende sus brazos por delante de mi cuerpo.

Clarisse gira con fuerza el volante y, en cuestión de segundos, siento un fuerte impacto en mi cabeza.

No puedo decir que más sucedió, porque no tengo idea de lo ocurrido a continuación.

Solo sé que me encuentro de cabeza, fija en mi asiento gracias al cinturón. No veo a Bosco o a Clarisse en el auto y siento como un líquido caliente me recorre la frente.

Tengo la vista borrosa y veo unas pezuñas acercarse al auto mientras pide socorro.

Y, por muy extraño que parezca, escucho un balido antes de cerrar los ojos y perder la consciencia. 

Las Lágrimas del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora