Una vez más, desconocidos

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La noche oscura tenía un encanto indescriptible, la luz tenue que solo permitía distinguir su silueta era suficiente. Ya habían pasado semanas desde esa primera vez, cuando dos extraños que caminaron separados toda una vida se encontraron en un beso, en la calidez de un abrazo y la intensidad de una mirada. Y así paso muchas veces, después de una hermosa velada, la noche terminaba en una música envolvente y el suave movimiento de su pecho que regulaba poco a poco su respiración. Porque esos dos desconocidos, como capricho del destino fueron uno, vieron a través de los ojos del otro y descubrieron que linda y esperanzadora se veía la vida desde esa mirada.

Ese, era el momento más feliz y tranquilo de sus días, ella estaba encantada de sentir que cada momento se encontraba admirando más a ese hombre, añorando su sonrisa y pensándolo con cada detalle. La inmensidad de ese sentimiento la llevaba a enamorarse de la complicidad de un relato, de valorar la confianza que los motivaba a desenredar los nudos de su mente en una conversación quieta, llena de risas, de secretos y de emoción. Esa cálida paz que cercaba su compañía era sin duda la más viva luz en cada oscura noche.

Él no lo sabía, pero ella sentía más de lo que era capaz de demostrar, porque los demonios del pasado fueron siempre tan crueles devorando todo su amor, que pensar en ese sentimiento desolador una vez más, la frenaba y no se permitía expresar todo lo que dentro de su alma descalza podía sentir. De alguna forma, con esa sonrisa sincera, con el silencio de su presencia y las voces efímeras de sus breves momentos de ternura, había encontrado todas las llaves que necesitaba para abrir cada cerrojo que envolvía su dulce y fracturado corazón.

Y llegó ese momento, el instante exacto donde sintió recobrar la esperanza en la humidad, esa humidad que le había robado sus sueños de niña, que le enseñó que estaba sola cuando con desesperación necesito compañía, esa humanidad que le instruyó que nadie cuidaría de ella, que la hizo fuerte, independiente y testaruda, que la mantuvo siempre alerta, en una constante búsqueda de la bondad humana con catastróficos resultados, esa humanidad que la rompió mil veces y de la que se tuvo que cuidar las espaldas, la que se coló en sus noches y la hizo revivir cada dolorosa visión del pasado, la que en sus pesadillas le recordaba que jamás olvidaría el suave aliento de la maldad rozando su piel. Toda esa maldita humanidad y su perversidad se desvanecía en la tranquila sensación de su compañía, porque en sus brazos la humanidad se veía dulce, bondadosa y piadosa, porque espantó sus pesadillas y abrazó a esa niña que por primera vez se sintió protegida. En sus brazos la oscuridad de la noche refugiaba una luz consoladora que la había salvado sin aviso, sin permiso, sin solicitudes y sin condiciones.

Y en esa tranquilidad sintió miedo, porque el boicot era su especialidad, enamorarse de ese hombre que sin saber estaba sanando lo que él no había roto era peligroso y luchó, lo intentó, intentó no amar cada parte de su ser, intentó no decir "te quiero", intentó no suspirar cuando lo vio dormido en su pecho, intentó no sentir de más. Pero era tarde... Abrió su corazón y le enseñó sus miedos y él decidió que ese sentimiento no podría seguir creciendo, fue elocuente, cauto, decidió por ambos, que antes de sufrir por un amor inminentemente devastador era mejor alejarse del dolor que albergaba el futuro, era mejor perderse ahora y no cuando fuera demasiado tarde. Y ella en el interior de sus anhelos, sus deseos y confesiones, sabía que "tarde" era la palabra que mejor describía ese momento, porque perderlo se sentía desolador, algo se quemaba muy dentro y le infundía un pavor inexpresable. Los demonios hacían fiesta por volver a controlar sus noches, esas noches que había pasado en sus brazos, tranquila, sintiendo que todo era recíproco, que todo estaría bien, que dos desconocidos podían ser refugio en la tempestad.

Pero la noche volvió a ser oscura y la cálida luz del faro se había ido, ella estaba agradecida, valoraba el tiempo que se permitió entre sus miedos, poder sentir. La gratitud por el tiempo en sus brazos era sano, compasivo y ella en su melancolía solo deseaba que esos dos desconocidos que fueron uno, sepan amar sus caminos que una vez más viajan alejados.

Una historia... un nuevo cuentoWhere stories live. Discover now