Capítulo 1: El encuentro

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Hay veces en las que uno tiene que sufrir para apreciar lo que tiene, hay algunos que saben lo que realmente se tiene que valorar, en cambio, hay otros que lo deben perder para poder apreciarlo y ese es mi caso.

Capítulo 1: El encuentro

Iba en 6° de primaria, en ese tiempo mis padres decidieron separarse, mi madre se fue con otro hombre, mi papá decayó en el alcohol, lo que hizo que me separaran de él, yo no entendía que sucedía, pero de lo único en lo que estaba seguro es que nunca los volvería a ver.

Me quede unos meses con mis tíos, eran muy buenos conmigo, pues entendían la situación por la que estaba pasando, por otro lado, mi primo no me quería, decía que no era su responsabilidad cuidarme ni compartir sus cosas, eso a mí no me molestaba, es mas no necesitaba de él, pero hay gente que piensa que uno depende de ellos solo por ser más inteligente o fuerte.

Por culpa de mi primo sus padres ya no me querían en casa, ¿Por qué? Se estarán preguntando, fue por su maldita terquedad, me estaba obligando a acompañarlo a salir con sus amigos, pues mis tíos le pidieron que me cuidara, justo el día menos indicado, yo no quería ir, pero el terco insistía que lo acompañara, me amenazó, me ofendió y por poco me golpea, yo no iba a permitir que me pusiera un dedo encima, así que me defendí, no me arrepiento de eso, pues él se merecía eso y más.

Cuando llegaron mis tíos se asustaron de vernos pelear, según ellos mi primo era muy pacífico y no se entrometía con nadie, me llevaron a un orfanato, pues decían que era muy peligroso estar con ellos y que no se harían más cargo de mí.

Fue entonces cuando supe que no podía confiar en cualquier persona, ya que me arriesgaba a que me dañaran.

Ya en el orfanato fue cuando conocí a esa persona, ese amigo, ese hermano que nunca tuve y volveré a tener; se llamaba Brayan, era un chico muy extrovertido, que hablaba con todos los chicos del lugar, pero en el fondo sentía que era como yo, alguien que tuvo un pasado desgarrador, solo que el sí tenía la voluntad de seguir adelante y eso admiraba de él.

Un día a un hijo de perra se le ocurrió molestar a Brayan (eso fue lo peor que pudo haber echo), él no sabía defenderse, así que le dio una paliza, yo no me iba a quedar de brazos cruzados, entonces fui a defenderlo

- ¡Oye!, deja a Brayan en paz-

- ¿Y por qué lo haría? -

-Por tu propio bien-

-ah, ¿te crees valiente por amenazarme?, pues ven a hacerme frente-

Cuando dijo eso no lo dude dos veces y fui a devolverle la paliza, lo que no nos esperábamos era que en ese momento llegaran las tutoras a separarnos

-Me las pagaras-

Me dijo antes de que se lo llevaran

-Gracias ¿em...? -

-Santiago... me llamo Santiago-

-Pues gracias por defenderme Santiago, te debo una-

-No hay de que, si vuelven a intentar hacerte algo búscame-

Y así es como inicio una gran amistad de dos chicos que se conocieron cuando se necesitaban el uno del otro, hasta ese momento...

Paso el tiempo, entramos a estudiar en la misma escuela, nos tocó en salones diferentes, lo que causo que nos distanciáramos un poco ya que él se empezó a juntar con otras personas, mientras que yo siempre me esforzaba para seguir adelante, hasta que...

*En el receso*

-Hola, ¿Cómo te llamas? - 

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