El delicioso olor del interior de la casa golpeó a Yoongi en el momento que entró en ella. Cerró la puerta, se detuvo en la entrada y se quedó ahí, absorbiendo todas las formas en las que su vida había cambiado en el último par de semanas.
La música suave sonaba de fondo, casi ahogada por el murmullo de la voz de Jimin en la cocina. El fuerte olor de cocción del pan recién hecho llenó la casa. Y el lugar estaba limpio y tenía un ambiente hogareño y acogedor.
Yoongi no estaba seguro de cómo sucedió, pero Jimin se había hecho cargo de la dirección del hogar. La cena estaba lista todas las noches en el momento en el que llegaba a casa. Jimin, incluso comenzó a añadir sus propios toques especiales al lugar.
Apenas hacía unos días, Yoongi llegó a su casa y se encontró cojines bordados a mano en el sofá. No estaba seguro de qué hacer con ellos hasta que Jimin los apiló en una esquina del sofá e hizo que se poyara en ellos, entonces Jimin se plantó encima de Yoongi. A partir de entonces, pasaban todas las noches acurrucados en el sofá viendo películas o hablando. A Yoongi le encantaban los cojines.
Yoongi se dio cuenta de otros cambios provocados por Jimin también. Su ropa estaba siempre limpia y planchada, lista para que se la pusiera para ir a trabajar al día siguiente. Y fiel a su palabra, escondía pequeñas notas en toda la casa. No sabía exactamente dónde las encontraría, pero se encontró a sí mismo anticipándolas, buscándolas.
Yoongi colgó su chaqueta en el perchero y puso su bolsa en el suelo junto a ella. Se preparó y gritó. —Cariño, ya estoy en casa. —Cinco simples y pequeñas palabras que tenían la capacidad de cambiar toda la vida de Yoongi.
Yoongi sonrió cuando oyó el golpeteo de los pies de Jimin mientras corría por la casa. Jimin salió disparado de la cocina y se lanzó a los brazos de Yoongi que esperaban. Sus piernas se envolvieron alrededor de su cintura, con los brazos alrededor del cuello de Yoongi. Sus labios aterrizaron sobre su boca en un largo beso que le dobló los dedos los pies.
—Te eché de menos, cariño ―murmuró Yoongi en la boca de Jimin.
—No tanto como yo a ti ―le volvió a decir Jimin—. Sé que tienes que trabajar, pero me gustaría que sólo pudieras quedarte en casa conmigo todo el día.
Yoongi se reía mientras reposicionaba sus manos debajo del culo de Jimin y lo llevaba a la cocina. —Uno de nosotros tiene que traer el pan a casa, cariño, que te dé hilo para el bordado.
—Creo que deberíamos ganar la lotería y entonces podrías quedarte en casa y ser mi chico desnudo de la piscina.
Yoongi bajó a Jimin en el mostrador de la cocina y se sacó la camisa sobre su cabeza, tirándola hacia abajo al lado del hombre. Sonrió cuando oyó la ligera respiración atrapada de Jimin. Se sentía bien saber que el hombre estaba rápidamente llegando a excitarse con la simple visión de él.