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No tenía ni la más mínima idea de qué podía hacer ahora que estaba aquí en Hadong-gun, pues fue el boleto de tren aleatorio que compré.
No tenía a nadie, no conocía a nadie, no sabía a dónde ir, no sabía por dónde empezar. Eran ya las 9 pm, estaba sentado afuera de una tienda de conveniencia que encontré después de caminar bastante rato. Estaba cansado, física y emocionalmente, además me causaba conflicto y temor la posibilidad de tener que volver a vivir en la calle.
Tampoco quería gastar mucho de mi dinero en comida o otras cosas, mientras tanto había traído un sándwich desde Seúl, pero quería guardarlo para más al rato pues sino el hambre volvería. De la calle había aprendido a racionar la comida y solo comerla cuando era realmente necesario.
Aunque desde que conocí a Jeno había subido de peso pues había mejorado en mis hábitos alimenticios y estaba acostumbrado a comer más seguido y lo que quisiera, así que ahora estaba hambriento. Jamás debí haberme acostumbrado.

Decidí caminar un poco más, por suerte solo traía una mochila y un bolso de lado colgando sobre mi hombro, después de todo las demás cosas eran de Jeno, no podía llevármelas.
Oh, mi querido Jeno... Supongo que a estas alturas ya habrá leído mi carta. Quiero pensar que se entristeció y que siente el mismo vacío que yo al dejarlo. Sin embargo sé que jamás podrá sentir todo lo que siento por él con la misma intensidad en que yo lo hago, y en parte es bueno, pues lo amo tanto que no me gustaría que sintiera el mismo dolor que estoy sintiendo. Es asfixiante. Es abrumador, es simplemente doloroso.

Me senté en la banca de un pequeño parque que encontré, casi no había gente pasando y olía fresco, señal de que probablemente llovería y yo aún no tenía un lugar a dónde ir a refugiarme. Sentía mis huesos doler por el frío y el agotamiento, lamentablemente no solo era físico, sino emocional.

Repudiaba este innegable sentimiento de soledad y este dolor en el pecho que cada minuto se hacía menos fácil de ignorar por lo insoportable que se estaba tornando... Pero estaba bien, supongo, no podía quejarme porque sabía que me lo merecía.
La culpa aún me seguía y me comía vivo, había sido el amante de un hombre casado, y peor, el esposo de una mujer enferma de cáncer, una mujer que está al borde de la muerte y una mujer que jamás me había hecho algo. Honestamente creo que me merecía todo lo malo que me pasaba, yo soy una mala persona que solo estaba pagando mi maldito karma.
Tal vez debí quedarme en la calle y jamás aceptar la amabilidad o lástima de Jeno, tal vez.
Lo peor de todo es que ni siquiera me arrepentía, era egoísta pero jamás me arrepentiría de haber aceptado la ayuda de Jeno, de haberme enamorado de él, porque él me salvó, y a su vez me terminó de romper. Una cosa irónicamente triste.

Odiaba que mi vida siempre había sido una triste y dramática novela trágica donde solo estou destinado a sufrir y llorar. Eso se vio una vez más comprobado en cuanto sentí las primeras gotas de lluvia caer sobre mi cabeza. Suspiré y solté un sonido sarcástico. Definitivamente me merecía todo esto, no debía quejarme o hacerme la víctima en la situación. Todo era mi culpa, yo era una mala persona.

La torrencial lluvia se soltó de inmediato pero no me moví ni un centímetro de mi lugar para intentar resguardarme, al contrario, solo agaché mi cabeza y dejé a mis emociones ganar. Después de todo no había una mejor máscara que la lluvia, y de todos modos no tenía a nadie, ¿Qué más daba?
Solo necesitaba sacar todo lo que tenía adentro y avanzar, como sea que pudiera, y como siempre lo hacía.

Sin embargo la imagen de un Jeno sonriente llegó a mi mente como una maldita bomba, destruyendo todo. Mi llanto aumentó sin poder evitarlo.
Lo extrañaba tanto, demasiado, pero no era mío. Tal vez nunca lo fue.

-Dios mío niño, ¿Qué haces ahí sentado bajo esta tormenta? -la voz de aquella mujer me alarmó enseguida, haciendo que diera un pequeño brinco en mi lugar por la sorpresa y la mirara. Era una señora bajita con cabello rizado y corto, traía una sombrilla muy sujeta entre sus manos y unas bolsas colgando de su hombro. Su sombrilla había hecho que ya no cayeran más gotas sobre mí.- Te vas a enfermar o peor, tienes suerte que esté lloviendo sino alguien ya habría robado tus pertenencias. ¿Dónde vives?, ¿Tienes dónde pasar la noche?.

Yours.- NOMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora