5

206 22 3
                                    

-¡Jaemin, trae la canasta! -escuché gritar a la señora Myeong, como si no estuviera a solo unos metros de mí mientras yo apilaba un costal de tierra sobre otro.

-Voy.

Tomé las dos canastas que había cerca de mí y caminé hasta llegar a lado de la mujer considerablemente más bajita que yo. Me asomé sobre su cabeza para ver lo que ella veía.

-Mira, esta es enorme -me mostró una fresa de probablemente 4 centímetros por 4 centímetros.

-Es verdad -dije maravillado, viéndola, tan enorme y rojiza.

-Ten, comela tú -dijo sacando su botella de agua y lavando superficialmente la fresa y ofreciéndomela a mí enseguida.

-¿Segura?

-Si me vuelves a preguntar te la voy a arrebatar y me la voy a comer yo sola -advirtió, mirándome mal. No le gustaba que le preguntara cosas tan "obvias", según ella.
Le di una mordida sin rechistar, saboreando el dulzor y jugosidad de la fruta.

-¡Está deliciosa! -opiné, frunciendo mí entrecejo para expresar lo que quería transmitir.- Creo que esta vez las ventas serán mejores.

-¡Así será muchacho!, ahora empecemos que tenemos aún mucho trabajo por hacer.

Ambos comenzamos a recolectar las fresas. Jamás había visto y comido tantas fresas en mi vida desde que llegué a la casa de la señora Myeong hace un año, sobre todo cuando me ofrecí a trabajar para ella en la recolección de sus fresas, por supuesto también le ayudaba a venderlas y a pesar de que el pueblo no era tan grande, había ventas bastante decentes y me pagaba, aunque al principio me negué ambos llegamos a un trato en que además de trabajar para ella, me dejaría darle aunque sea cierta cantidad de dinero como renta, y así habíamos estado viviendo hasta ahora.
Sigo pensando que ella era una clase de ángel, pues llegó cuando más la necesitaba y me salvó. Gracias a ella tenía un techo y comida caliente todos los días sin falta (además cocinaba delicioso).

Una vez terminamos de recolectar una gran cantidad de fresas cada quien en su canasta, decidimos que era hora de ir al pequeño negocio que la señora Myeong tenía, ahí vendía su comida, postres hechos de fresa y, por supuesto, las fresas frescas. Yo no tenía nada de habilidades para la cocina pero ella me había enseñado algunas cosas y me seguía enseñando, lo cual le agradecía porque así me sentía menos inútil.
Una vez en el local y antes de abrir pues pronto sería hora de comer y la gente vendría, ambos empaquetamos las fresas en cajas de plástico listas para la venta.
Entonces mientras ella estaba dentro, limpiando y preparando la cocina, yo abría la puerta, acomodaba las sillas y finalmente ordenaba las cajas de fresas en la entrada, de una forma en que llamaran la atención de la gente.

-Buenos días Jaemin -saludó un anciano que era cliente frecuente y puntual, siempre me saludaba al llegar.

-Buenos días señor, pase por favor, en un momento le tomo la orden -me sonrió en respuesta.
Los ancianos eran adorables.
Y tal como le dije, llegué hasta donde se sentó y con una pequeña libreta y lápiz le tomé la orden, aunque casi siempre pedía lo mismo.
Una vez lo anoté, le dejé la pequeña hoja a la señora Myeong en la barra, donde ella rápidamente la tomó y comenzó a preparar la comida del señor.

Mientras tanto yo volví a la entrada para seguir acomodando todo y de paso barrí un poco la calle, también saqué el cartel que había hecho hace unos meses para que vieran el nombre y menú del lugar, había dibujado una enorme fresa en él. A la señora Myeong le había gustado y por ello se quedó así, aunque yo creo que solo estaba siendo amable conmigo pues era de las primeras veces en que ella me veía empeñado en serle de ayuda.
Volví adentro y llené un florero de agua para algunas flores que cambiaba diario, me gustaba mucho que la entrada fuera linda y llamativa, eso ayudaba a atraer muchos clientes, después de todo era uno de los restaurantes más famosos del pueblo.

Yours.- NOMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora