<<Te quiero. Te quiero. Te quiero. Te quiero. >> Esas palabras se repetían en mi mente una y otra vez. No entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando. Hacía tan solo unos minutos estaba en el centro de una pelea junto a él. No sé contra quien luchaba. Tampoco sé por qué. No, espera, eso sí que lo sé. Luchaba por él. Porque le habían atravesado el pecho con una espada delante de mis ojos. Porque su última palabra antes de perder el conocimiento fue mi nombre. Todos me están diciendo que me aleje de él pero no puedo. No puedo. Tengo que estar con él pase lo que pase. Quiero ser lo primero que vea cuándo despierte. Y si... Si no sobrevive quiero ser la última persona que le abrace mientras luche por su vida. No podía dejar de pensarlo. <<Te quiero.>> Parecía como si me fuera la vida en pensar aquello. <<Te quiero. Te quiero. Te quiero. Te quiero.>>
Al final todos se fueron yendo a medida que veían que no podían hacer nada. Pero yo no quería verlo. No podía. No podía aceptar que muriera. Le amaba. A lo mejor es muy arriesgado decir eso, y más teniendo en cuenta que nunca antes me había fijado en un chico. Pero él... Él desde el principio ha sacado siempre lo mejor de mí. Y no podía soportar aceptar su muerte. Y más teniendo en cuenta su última palabra: mi nombre. Cuando ya no quedó nadie, me acurruqué a su lado con la cabeza sobre su pecho y pude escuchar los latidos de su corazón. En un principio eran fuertes, tanto que no era capaz de escuchar nada más. Eso me dio esperanzas. Poco a poco los latidos se fueron ralentizando lentamente. Cuando empezaba a ir demasiado lento y él aún no había despertado, empecé a desesperar. Al principio intenté moverlo, o hacer algo que pudiera hacer que su corazón acelerara. Luego empecé a gritar, a llamarle, intentando sobrepasar ese sueño el cual poco a poco me fui concienciando de que sería su último. Concienciado, no aceptando. Seguí gritando. Llegado a cierto punto estaba cansada y me dolía la garganta de tanto gritar. Estaba al borde del llanto. Volví a apoyarme en su pecho y dejé que las lágrimas brotaran de mis ojos. Su corazón aún latía. Poco, pero latía. Cuando sus latidos apenas eran perceptibles, le besé en la frente y le di mi último adiós: "Ave atque vale" (Salve y adiós). Volví a apoyarme en su pecho y pude oír los últimos latidos de su corazón, con un espacio angustiante entre cada uno de ellos, hasta que ya no hubo un siguiente. No me levanté. Lloré. Lloré hasta quedarme dormida, y seguí llorando en sueños.
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Relatos cortos >.<
RandomEsto no es un libro. Son varios minirelatos que iré colgando a medida que los escriba. Si os gusta recomendarlo y votar plissss. :D