Jonathan el caballero

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Caminábamos por un misterioso y tenebroso bosque, el cielo comenzó a oscurecerse y no encontrábamos una salida.

—¿¡Y ahora qué vamos a hacer!? —dijo con lágrimas en sus ojos y voz temblorosa—. ¿¡Caperucita, dónde estamos!?

—No lo sé, este no es el bosque al que entramos.

—Seguro fuimos por el camino equivocado —dije un poco enojada—. Enciendan el foco de sus celulares, la luz de la linterna de caperucita no es suficiente.

Desde un principio supe que salir solas al bosque era una terrible idea. Pero estas chicas no usan su cabeza. Tampoco podía dejarlas solas, no soportaría el hecho de que alguien o algo les hicieran algo.

—Escuchen lo que dice Helen, está anocheciendo y mi linterna no bastará.

—¡Ajá! anocheciendo a las dos de la tarde —dijo Gema harta de la situación— Perdidas, sin señal y a la llorona parece que le va dar un ataque. Ya veo las noticias —Empieza a hablar como noticiera— "Cuatro chicas fueron encontradas sin vida..."

—Gema, cierra la boca —le ordené al notar que se estaba pasando de la raya— y tú, intenta calmarte, llorar no resolverá nada. Caperucita, ¿ya sabes dónde estamos?

—Lo lamento, pero es que, este bosque no es normal.

—¿A qué te ref...?

Me detuve al escuchar un fuerte relámpago. De pronto comenzó a llover a cántaros, ya era difícil caminar con libertad debido al lodo que se formaba.

—¡No veo nada! ¡Mi celular ya no enciende! ¡Hic!

¡Maldición! El mío tampoco, la lluvia lo averió.

—¡Uy! ¿A quién agarré? —una de las chicas sostuvo mi brazo.

—A mi, Gema.

—Mis lentes se cayeron así que no veo nada. Toma mi celular, no se apagará porque es aprueba de agua.

Suena despreocupada como siempre, pero no deja de temblar. Al igual que todas debe estar aterrorizada.

—Por fin compraste algo útil. Agárrate bien de mí y avancemos.

—¡Ah! —se escuchan gritos a lo lejos.

—¡Chicas! —¡Mierda, por distraerme las perdí de vista!

—¡Caperucita, no me sueltes! —gritó—. Su llanto era devastador y no cesaba.

—¡Allá vamos! ¡Gema, necesito que te apresures!

—¡Perdón, no veo nada y mis pies se atoran en el fango! —dijo alterada.

—¡Agh! —Apreté mi cabeza por un segundo pensando en qué hacer—. Gema, escúchame. Agárrate bien de este árbol, vendré por ti ahora.

—¡No me dejes!

—¡Escúchame! —le grité—. Nuestras amigas corren peligro, por favor.

—Está bien —cedió.

—Bien, ¡No te sueltes del árbol! —le ordené mientras avanzaba.

—¡Helen! —Gema me llamó— Siento como el agua fluye por mis pies como una fuerte corriente, debe estar muy inclinado así que ten cuidado.

—¡Sí!

Seguí caminando, ya no escuchaba llantos.

—¡Chicas! ¿En dónde están?

—¡Helen, no te acerques! ¡Por favor! —me suplicó.

¡Maldición! ¡Es un precipicio!

—¡Iré! ¡Aguanten!

El Alma de Pandora - Ruta: Jonathan el caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora