En el Espejo

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—Agh... ¿Por qué este tipo es tan pesado?

Después que Jonathan cayera sobre mí traté de llevarlo a la cama. Cuando tuve la pelea con los bandidos tenía una fuerza mayor que la que solía tener, podría decirse que hasta sobrehumana, pero solo fue temporal. Debía descubrir como poder usar aquella fuerza a mi voluntad.

El duque estaba pálido, pero al menos esas extrañas líneas negras habían desaparecido. Aunque odiaba admitirlo, aún lo necesitaba para encontrar a mi amiga. Salí de mi habitación en busca de alguien que pudiese tratarlo, pero no había ni un alma, como si el castillo estuviese vacío. Anduve por tanto tiempo que comencé a olvidar el camino de regreso, hasta que vi la luz de una vela.

—¿Qué hace despierta tan tarde señorita? —Era una mujer mayor con una lámpara en su mano, la había visto antes cuando llegué a la residencia del duque. Ella estaba al frente de las demás sirvientas y saludó personalmente. Gía, la mayordomo del castillo—. Pensé que se le había avisado que no es seguro andar a estas horas. —No parecía regañarme, más bien se veía preocupada. Inclinó un poco la lámpara y acomodó sus lentes—. Por Dios, ¿Eso es sangre? Debemos tratarla de inmediato.

—Estoy bien, son cortes que apenas me rozaron; pero el duque colapsó y salí en busca de ayuda.

—Debió decirme antes —dijo sorprendida—. Sostenga esto. —Me entregó la lámpara, levantó levemente su vestido con sus manos y comenzó a caminar rápido—. Deprisa.

Cuando llegamos a la habitación del duque, Gía se sorprendió al ver el desorden y los vidrios rotos.

—Que desastre. Manténgase alejada señorita, está descalza.

Igual ya tenía los pies cortados, estuve caminando así por mucho tiempo a pesar de que era incómodo y me ardía. La mayordomo abrió un cofre en la habitación, dentro había una caja llena de frascos con un color verdoso brillante, con una jeringa sacó el líquido y lo inyectó en el cuello del duque.

—Esto bastará por el momento. —Luego se giró hacia mí—. Ahora sigue usted.

Fuimos a mi habitación, Gía llevó un botiquín de primeros auxilios y trató mis heridas. Duramos mucho tiempo debido a que eran muchos cortes, pero siempre fue cortés y me trató con cuidado.

—Estas medicinas son una maravilla. —Después de limpiar los cortes me aplicó un líquido extraño—. En unas horas estará como nueva, es una posición hecha en la torre mágica.

Parecido a lo que me dio Jonathan después de casi matarme.

—Esto arde.

—Eso es bueno, está haciendo efecto —Sonrió—. Bueno, lo mejor será que ahora descanse, en pocas horas saldrá el sol.

—Gracias.

En la mañana, la luz del sol alumbró mi cara, alguien había abierto la ventana. Lancé un quejido y cubrí mis ojos con mi brazo, pero al cabo de unos segundos me senté en la cama con mala gana.

—Ya es hora de despertar, señorita. Le traje el desayuno, la encargada Gía nos dijo que estaba herida por lo que pensé que sería buena idea.

Era una de las chicas que me habían ayudado a instalarme la noche anterior.

—Oh, que mal educada. Mi nombre es Yovanka, estaré aquí a sus servicios.

—Sí... gracias... ¿Por qué me dices señorita? Mi nombre es Helen.

—Es pura cortesía, usted es nuestra invitada.

Esto no es nada agradable.

Tomé el desayuno y luego pregunté por el duque. Escuché que estaba haciendo sus labores con normalidad por lo que pedí ir a verlo. Mis heridas también estaban sanadas, no tenía ni cicatrices.

El Alma de Pandora - Ruta: Jonathan el caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora