01. Agonía

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Eran las 03:00 p.m y ya veía la cara de aquel doctor por quinta vez en lo que llevaba el día, su rostro algo decepcionado con estatura promedio entrando por la puerta con su historial en mano, dejando este mismo sobre la mesa de noche que se encontraba a un lado de su cama, si así podría llamarse al acolchado cubierto por sábanas hipoalergénicas y lo más cercano a una manta con fibra de algodón.

- Sabes que deberías estar a tres metros bajo tierra, no?

Su tono era duro y poco profesional, no lo estaba regañando, no culpaba su actitud mucho menos.

Días anteriores lo había reanimado cuatro veces consecutivas a causa de su quinta recaída en tres meses, para sí mismo era una racha digna de admirar, había tenido peores momentos, pero para ese doctor el cual ni recordaba su nombre (ni tampoco le importaba hacerlo) era una muestra de su poca falta de responsabilidad sobre su salud tanto física como mental.

Este hombre no sabía nada de nuestro chico aquí presente, solo tenía conocimiento de su historial médico y que no contaba con familia cercana para contactar en toda su estadía a este lujoso hospital, solo sabía que su apellido no era muy repetido en la sociedad y las pocas veces que lo recordaba buscó en internet como métodos de encontrar familiares pero no había nada con lo que pudiera respaldarse, la policía tampoco había tenido resultados y tampoco el asistente social del edificio, solo la curiosa tinta negra que vestía al chico como un lienzo usado sobre mil capas de pintura tenía registro en una tienda de tatuajes cercana a unas cuadras de la universidad de ciencias y medicinas que se encontraba a un lado del hospital.

Ya se harán la idea que por qué este importante dato.

- Aquello te dejaría sin trabajo, no?

Respondió tajante con un tono de voz mucho más calmada a la que el adulto profesional usó con él. Estaba cansado de recibir comentarios crueles pero no podían importarle en lo más mínimo, se había acostumbrado a cada una de esas palabras.

No esperaba la pequeña risa saliendo del pelicorto unos veinte o tal vez más años mayor que él. Mirándolo con extrañeza, decide darle espacio suficiente para sentarse a su lado.

- Estoy empezando a creer que te gusta estar aquí. - Se acomoda mejor a un lado del muchacho, sin romper aquella barrera de espacio personal para no asustarlo.

- El lugar es cómodo, pero nada hogareño, podría ser que vengo por casualidad o tal vez quiero cambiarle el color a estas horribles paredes. - Ríe también dejando a un lado su situación actual con su rostro algo demacrado, ojeras pronunciadas y cabello desordenado, largo pero sin llegar a sus hombros, piercings en las orejas y un collar acompañado de una cruz bañados en plata que a petición del doctor, el resto del equipo médico no le había quitado, sabía cuan preciada era aquella joya para este chico.

- Eres un misterio para el hospital entero, Hwang. Podría ser que hasta las mismas enfermeras se estén enamorando de ti por la curiosidad que causas en ellas.

- Te refieres a las viejitas que me atienden con su rostro todo arrugado bañado en lástima y aura maternal llamándome "cariño" cada vez que me revisan, o las chicas internas en enfermería que las acompañan luego de tener signos vitales estables para no asustarlas? - Sonríe aún sin dejar aquel tono carismático - Sé que soy bastante guapo a pesar de mi estado actual, pero no quiero que las chicas me sigan mirando como si fuera un experimento todo tatuado con aires de chico malo para sus estudios médicos en anatomía, solo soy otro paciente.

El doctor lo mira dándole toda la razón por los rumores que siempre escuchaba en los pasillos y cotilleo de las internas sobre su paciente estrella. Extendiendo la autorización del alta con un lápiz luego de que haya pasado una semana de su último ataque, podía ver en sus ojos que hacía lo posible por mantenerse cuerdo a pesar de sus exámenes médicos arrojando resultados con bajas en heroína, LSD, marihuana, alcohol y otras sustancias.

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