Capítulo 3.

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— ¡Hola, llegué!— Grité desde la puerta principal tras cerrarla. Al fin había llegado a mi casa después de pasarme todo el día en la sede de Ferrari.

—¡Apa, apa!— Mi corazón se llenó de alegría al escuchar la voz de mi pequeña de 8 meses, bajando las escaleras en brazos de su canguro, Lily. De vez en cuando tenía que contratar una cuidadora para los días que verdaderamente estuviese ocupado, para los días que no pudiese pisar mi hogar para nada.

Lo odiaba, ciertamente. Pero desde el momento que aterrizamos en Italia sabía que iba a ser inevitable. Así que, cuando llegaba a mi casa, intentaba pasar el máximo de tiempo con ella.

Al principio, la mayoría de veces iba con mi niña a Ferrari, solo que cuando yo me encontraba en una reunión o en prácticas, Andrea o algún otro trabajador se dedicaban a cuidarla. Hasta que un día me dijeron que no la podría traer más tan seguidamente ya que ese no era un lugar para niños. Ahora, tan solo la podía llevar un par de días por semana.

Durante estos 4 meses he intentado que mi trabajo no se antepusiera por encima de mis responsabilidades como padre, y poco a poco, creo que lo voy compaginando mejor. Es complicado ser un piloto de Fórmula 1 y tener a tu único cargo a una bebé.

Pero si hay algo que tenga claro, es que quería ser un buen padre para ella, el mejor. Nunca le faltaría de nada mientras yo esté aquí.

— Ma chérie, te he echado de menos.— Rápidamente la agarré de los brazos de la joven y comencé a llenarla de besos. Mi pequeña Val solo reía.

— Ha estado muy inquieta hoy, primeramente no paraba de llorar debido a su ausencia, aun que finalmente con los dibujos animados se ha podido calmar.— Comentó la canguro a nuestro lado.

Fruncí el ceño ante su dicho. Ese era mi constante miedo, que Valentina se sintiese abandonada o poco atendida. Ahora que por fin había llegado a mi casa, pasaría toda la noche restante con ella hasta que se durmiese.

— Le di de cenar hace menos de una hora, así que ya me marcho, señor Leclerc.— Dijo la chica agarrando sus cosas y despidiéndose de nosotros. Lily era una universitaria quien ganaba un pequeño sueldo cuidando a niños. Era una conocida de Andrea, por eso la conocí y sabía que podía contar con ella en confianza, no le dejaría mi bebé a cualquiera.

— Gracias Lily, ya nos veremos. Aun que te he dicho que no hace falta que me llames así, puedes llamarme Charles.

— Oh si claro, Charles.— Sonrió la joven.

Acto seguido la mujer abandonó la casa, dejándonos a mi hija y a mi solos.

— Vamos florecita, papá se va a cambiar y veremos una película, si?

Subimos a mi habitación y la dejé sobre la cama mientras me ponía el pijama.

Veía como de reojo mi hija jugaba con algo que desconocía que era. Fijándome, me di cuenta que era mi móvil.

— Cariño no agarres mi teléfono, no es bueno.— Iba a ir a quitárselo de sus pequeñas manitas hasta que vi la pantalla iluminada. Una videollamada entrante de Charlotte era lo que se veía.

Le agarré cuidadosamente el teléfono a mi hija de sus manitas para responder.

— Hola Char.— Saludé a mi ex novia. Me encontraba tumbado bocabajo, con los codos apoyados en la cama y con mi bebé sentada dentro el hueco entre mi pecho y el teléfono.

— Hola Charles, hola pequeña.— Nos saludó la chica sonriente. Se fijó más en Valentina.

— ¿Como está mi bebé? Te echo de menos.— Sus ojos acompañados de una sonrisa con semblante triste se posaron en su cara.

Ferrari's boy treasure ~ Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora