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           Henri cayó muerto al suelo por un tiro en la cabeza. Todos se sobresaltaron y se agacharon de inmediato, les habían tendido una emboscada. Entonces los disparos volvieron a sonar en el aire. ¿Cómo supieron que pasarían por aquel lugar? Arthur se acercó a Louis, quien estaba en shock.

—¡Louis! ¡Despierta! —le gritó Arthur, zarandeándolo.

Louis reaccionó, pero estaba hiperventilando.

—Tenemos que movernos y salir de aquí. ¡Ahora! —exclamó Pierre, tomando la delantera.

Arthur y Louis lo siguieron, tratando de encontrar refugio en medio del tiroteo. Las balas zumbaban a su alrededor, impactando en los árboles cercanos. Los agónicos gritos de los heridos resonaban en torno a ellos. Si no hacían algo rápido, acabarían como Claude en cuestión de segundos. Pero ¿por dónde escapar? Ni siquiera sabían desde dónde les estaban atacando. «Georges», pensó Arthur. Se fijó en que por el lado derecho del camino había un precipicio que daba a un río. Aquella era la única opción. Louis lo miró, sabiendo lo que estaba pensando.

—¡Ni de coña! —le dijo—. ¡Nos mataríamos!

—¡Cállate y salta! —gritó Pierre, uniéndose a la conversación.

Los empleados de Ernest caían con rapidez. Solo quedaban unos siete con vida. Arthur, sin dudarlo más, saltó al precipicio mientras le rezaba a Dios que aquello saliese bien. Pierre lo siguió detrás. Louis se encontraba paralizado. Aquello no le parecía una buena idea, pero quedarse allí era una idea aún peor.

—¡Joder! —gritó con impotencia antes de saltar.

Y entonces, después de que una bala acabase con la vida de Albert, el primo de Robert, Louis se tiró. Arthur abrió los ojos debajo del agua. Por un momento olvidó dónde se encontraba, pero la caída de Louis a escasos centímetros suya lo devolvió a la realidad. Fue un milagro que el río hubiese tenido la profundidad necesaria para amortiguar la caída. Se apresuró a salir a la superficie. Los disparos y los gritos continuaban allí arriba. Tenían que huir cuanto antes o serían los siguientes.

—¿Louis? —preguntó Arthur al ver que su amigo no había salido aún a la superficie.

«Vamos, Louis. Déjate de bromas y sal de una vez, joder», se dijo. Entonces, con una fuerte inhalación, salió de las profundidades del río. Arthur suspiró aliviado.

—¿Seguimos vivos? —preguntó Louis mientras comprobaba que su cuerpo seguía siendo de carne y hueso.

—Salgamos de aquí —dijo Arthur —. Esos cabrones nos han visto saltar.

—¿Dónde está Pierre?

—¿Pierre? —repitió—. ¿No se tiró contigo?

—No, fue detrás de ti —respondió con preocupación.

Miraron su alrededor en busca de su compañero y descubrieron que parte del agua estaba teñida de sangre. Esperándose lo peor, siguieron con la mirada el pequeño camino que formaba aquella, y entonces lo vieron.

—Pierre ... —dijo Louis con un hilo de voz.

El cuerpo de Pierre yacía sin vida encima de una puntiaguda roca que le atravesaba el abdomen. Arthur no dijo nada. Se quedó mirándolo en silencio, pensando en que él podría haber corrida su misma suerte si hubiese saltado con un poco de menos fuerza. Louis comenzó a llorar. Pierre no era miembro del grupo como tal, pero acudieron a la misma escuela y se conocían desde pequeños. Habían compartido buenos momentos juntos.

—Louis, tenemos que irnos —le dijo Arthur, pero este pareció no escucharlo—. ¡Louis! —le gritó.

Entonces se dio cuenta de que ya no se escuchaban disparos. La partida había terminado allí arriba, y ahora les tocaba a ellos. Agarró a Louis y lo obligó a volver en sí. Este volteó hacia

Contra el destino (En proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora