Capítulo 5

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Pasaron siete días exactos y hoy era mi matrimonio civil con Alexis.

—Megan, ya puedes entrar —murmuró Mike más serio de lo normal.

Hace días que estaba distante conmigo y no sabía la razón.

Me puse de pie y entré en la oficina del juez, donde me esperaba Alexis con el juez y dos personas más que serían los testigos.

—Buenas noches, señorita Ross.

Yo saludé a todos de un beso en la mejilla, menos a Alexis, ya que no supe como saludarlo.

El juez había sido contactado por Alexis, y sabía perfectamente por qué nos estábamos casando. Él también sería quien se encargaría de tramitar mi visa más rápidamente.

Por la misma razón, el trámite fue más rápido. El juez fue directo al grano.

—Necesito que firmen aquí —apuntó y nosotros firmamos. Luego fue el turno de los testigos, y cinco minutos después estábamos legalmente casados.

—Fue bastante rápido —murmuré cuando salimos del edificio. Eran las nueve de la noche y el cielo ya estaba oscuro.

—Lo fue... —murmuró.

Mike anunció que iría a buscar el auto, por lo que quedamos solos.

—Te debo un anillo de compromiso y una argolla —bromeó y ambos nos reímos.

Mike llegó con el auto y nos subimos.

Ya llevábamos un tiempo de viaje en silencio, cuando Alexis habló.

—Deberíamos celebrar...

Yo me encogí de hombros.

—Hay que celebrar...

Ambos asentimos y seguimos en silencio.

Cuando llegamos a la mansión, Alexis buscó dos copas y una botella de espumante y nos sentamos frente a la chimenea.

—Por los recién casados.

Levantamos las copas y brindamos. No se sentía incómodo bromear con Alexis, como pensé que sería, al contrario.

—¿A qué te dedicas? —pregunté llevándome la copa a la boca.

Alexis se tensó por un minuto y me miro antes de contestar.

—Casinos. Soy dueño de una cadena de casinos al rededor del mundo.

Asentí. Era coherente. Por algo tenía tanto dinero, y ahora entendía la relación que tenía con mi padre.

—¿Y tú?

— Mesera.

Alexis asintió y sonrió relajado.

Me quitó la copa y me sirvió más espumante.

—Eres hermosa —dijo de repente.

Detuve el camino de mi copa y la dejé encima de la mesita de café que había en frente.

—No creo que...

Alexis me tomó por la cintura y me acercó a él.

En cuestión de segundos había perdido el control sobre mi cuerpo.

Acercó su cara a mi cuello y comenzó a besarlo delicadamente.

—Alexis —susurré.

Puso su mano en mi rodilla y comenzó a subirla por mi muslo.

— Necesito que me disculpes por lo del otro día...

—Alexis, no puedo tener sexo contigo —respondí intentando alejarme. Sus disculpas me hacían sentir mejor, pero no significaban que tendría algo consentido con él.

Él se detuvo pero no se alejó de mi.

—Entonces no lo vamos a tener, pero no me impidas disfrutar de ti.

Me mordí el labio y ladee la cabeza para darle un mejor acceso.

Su mano llego al objetivo y yo gemí. Él también gimió pero extrañamente se separó de mi.

Lo miré muy confundida pero luego me di cuenta por qué se había alejado.

Se puso de pie y se sacó la pistola del pantalón, dejándola en la mesa al lado de las copas.

Luego se acercó a mi y muy ágilmente me recostó en el sillón de un solo movimiento. Acto seguido se ubicó entre mis piernas y acercó su cara a la mía. Pasó su nariz por mi cuello hasta mi clavícula y la mordió.

Enterré mis dedos en su cabello y se lo tiré.

No estaba bien lo que estábamos haciendo, pero no podía alejarlo. Estaba abrumada por lo bien que se sentía tenerlo tan cerca. 

Bajó mi escote con mucha facilidad y encontró mis pechos libres. Ahora que tenía implantes no era muy necesario usar sostén.

Pasó su lengua entre ellos y los besó con cuidado. Ya no tenía los puntos, pero igual tenía que ser cuidadosa. 

—Debo admitir que me encantan.

Me dio gusto ver como los miraba, con tanto deseo y admiración.

—¿Estás segura que no quieres tener sexo?

Ladee la cabeza y volví a negar.

—¿Me vas a perdonar algún día?

—Ya te perdoné, pero es difícil olvidarlo —respondí siendo sincera. Había sido muy brusco conmigo. 

Alexis suspiró y asintió.

—No me voy a rendir, porque me encantas y cuando seas mía vas a disfrutar como nunca antes lo has hecho.

Me mordí el labio y comencé a acariciarle el pelo. ¿Así empezaba el síndrome de Estocolmo? Tendría que buscar al respecto.  Porque si no era eso, no se qué mierda pasaba conmigo.

POV MIKE

Corté la llamada y fui a buscar al señor Kingstone para avisarle que la nueva casa que había comprado en Miami ya estaba lista.

Entré en la sala y levanté a vista, pero quedé inmóvil y en silencio al ver tal escena.

—Alexis —gimió Megan.

Kingstone no despegaba su boca de la entrepierna de ella. La hacía gemir y retorcerse con tanto gusto que la envidia se apoderó de mi.

Kingstone no era para Megan, él la haría sufrir y no la trataría como ella se merecía. Algo que si podía hacer yo. Amarla y tratarla como la princesa que era.

—¿Te gusta? —preguntaba él.

Megan se mordía tanto el labio que por un momento pensé que se sacaría el pedazo.

Quería hacer algo. Quería sacar a Megan de los brazos de Kingstone. Él la tenía engañada, ella no sabía nada de él ni de lo peligroso que era. Ella no podía estar con él.

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