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El sujeto reacciona de forma positiva ante los cumplidos y halagos, no parece ser que las demostraciones de amor sean un desencadenante, debería estudiar las reacciones de los demás Alters.

Abril cerró el cuaderno, y lo guardó en su cajonera.

Su trabajo estaba avanzando bastante bien, tenía ya unas cuantas páginas de anotaciones.

Llevaba un mes viviendo con Treviño, y tenían muy buena convivencia, ni Samantha ni ninguno de sus Alters comían su comida, no lo molestaba cuando tenía que estudiar, no era ruidosa, y se iban a dormir y despertaban a horarios muy similares, así que no era molestada por luces encendidas o ruidos en la cocina.

Samantha era una compañera de cuarto ideal, y Abril no podía entender por qué todos huían de ella.

—Ari, te llegó un paquete —le dijo Samantha, cuando volvió de sus clases una tarde—. Está sobre tu cama.

Le agradeció y fue a ver, aunque ya sabía lo que era.

El Señor Victor le había recomendado comprar aquel juguete, esperaba que fuera un desencadenante, y de alguna forma "despertara" a la personalidad que no había conocido aún, a Samy, la que Samantha dijo que era una niña pequeña.

Y qué mejor para un niño pequeño que un lindo juguete de peluche.

Sonrió al ver el conejo rosa de peluche, tenía orejas largas y ojos muy grandes y exagerados, llenos de brillos y del color del arcoíris.

—¡Sams! —salió del cuarto hacia la cocina-comedor, donde la castaña estaba trabajando en su computadora—. Mira, es un regalo para ti.

—Abril, no deberías- —su voz se apagó cuando vio el juguete, se quedó boquiabierta unos segundos, luego rió de forma pequeña y adorable, una gran sonrisa ocupó su rostro —. Es muy lindo —dijo, su voz infantil era muy hermosa.

Abril se lo dió y la castaña se levantó para tomarlo, abrazó al peluche, olió su aroma a nuevo y luego volvió a mirarlo, tenía una sonrisa muy inocente y tierna.

—¡Gracias! —dijo, y prácticamente se arrojó sobre ella para abrazarla con fuerza, cosa que sorprendió un poco a Abril.

Samantha era algo tímida para el contacto físico, se notaba que aquella otra no tenía vergüenza de abrazarla.

—De nada, ¿Samy?

—Soy Samy, si, ¿Tú eres la novia de Samantha?

—¿Qué? —Abril se ruborizó de forma furiosa y rió, algo incómoda.

—Sé que a Samantha le gusta alguien—dijo, giraba levemente sobre sus pies al igual que un niño inquieto—. Y eres al única que está con ella.

—Oh, no. Vivimos juntas pero no soy yo, Sams se junta con otras personas, con sus amigos.

La menor sonrió tan ampliamente que sus ojitos se cerraron bastante, sus mejillas resaltaron en el más sutil rojo.

—Nadie le dice Sams—murmuró, en una voz alegre—. Y Samantha no tiene amigos, no se junta con nadie, tú eres la única.

Abril estaba algo ofendida, porque Samantha solía hablar de un par de amigos que tenía entre sus clases de fotografía.

No tenía ninguna razón para sentirse de ese modo, pero de alguna manera no podía evitarlo.

Quizás le decía que tenía más amigos sólo para no dar lástima.

—Yo soy amigo de Samantha, ella si tiene amigos —dijo, luego de un momento en silencio, en donde Samy se encargaba de ver a su conejito y sonreír.

The Alters [Rivari] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora