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—¡Samantha! —gritó con toda la fuerza de sus pulmones, llevaba una hora buscándola, hacia unos cuarenta minutos que comenzó a nevar, ya había recorrido varias calles alrededor de la universidad, con la esperanza de que estuviera cerca, una parte de sí ya estaba paranoica y le decía que estaba hacia el otro lado, que estaba lejos, que no la encontraría—. ¡SM! ¡Samy~!

Quizás alguna de las demás le respondería.

Se sentía como una idiota, tendría que haber quemado ese cuaderno, pero allí guardaba algunas cosas que quería conservar, tenía las primeras memorias que habían compartido, los primeros encuentros con los Alters, le parecían valiosos, bonitos, algo que leería dentro de unos años y recordaría con una sonrisa.

No lo guardaba como evidencia para su trabajo, ya lo había dejado hacia mucho tiempo, ya había empezado otro.

Ahora todo se había arruinado, y lo había perdido, en muchas formas.

Sintió las lágrimas en sus ojos, y las borró sin cuidado.

Volvió a tomar su teléfono y volvió a llamarla, debía ser la número veinte, mínimo, y no tenía más esperanzas de que respondiera.

Para su sorpresa, a los tres tonos, respondió.

—¿Abril?

—¡Samantha! ¿Donde estas? Dime dónde estás —sintió ganas de correr, hacia cualquier lado, hacia ella.

—No soy Samantha... —murmuró, su tono sonaba cansado y hasta doloroso—. Abril, tú eres mí amiga, ¿Por qué estoy sola?

—Rivers... —sintió esas enormes ganas de protegerla, de abrazarla y no soltarla nunca, porque la pequeña era muy especial, no sabía lo que iba a hacer—. Rivers, dime lo que ves, dime dónde estás.

—Abril, hace frío y... Está todo lleno de blanco... Es un parque muy blanco.

—Bien, un parque, si, tu continúa hablando, dime qué más hay —buscó con el celular el parque y fue hacia el más cercano corriendo, no se podría haber ido tan lejos—. Voy para allá, dime, ¿Ves unos juegos? —posiblemente era el parque al que había llevado a Samy una vez.

—Sí... —con eso confirmaba que era el mismo parque de siempre—. Están lejos, Abril... Hace frío, Abril. ¿Por qué hace frío?

—Porque es invierno, pequeña, y no tienes el abrigo adecuado... Pero estoy yendo y estarás calentita muy pronto, ¿Sí? Tú sigue hablando conmigo.

—Mmmh...

—¿Donde estás?

—Estoy acostada... En un banco... Ví una foto de Abril en el celular y estabas ahí.

—Estoy aquí, si, estoy cerca.

Abril sonrió con ternura, sintió unas lágrimas caer, vió el parque al otro lado de la calle y dejó de correr para ver a su alrededor, buscando algún banco donde hubiera alguien, los juegos estaban cerca así que se alejó de ellos, yendo hacia el otro lado del parque.

—Abril, te veo.

—¿Me ves? —giró a su alrededor, hasta que la encontró, hecha una bolita en un banco de madera, una ligera capa de nueve cubría de a partes su cuerpo, y se abrazaba al cuaderno que había encontrado, tenía el celular a un lado.

Corrió hacia ella, sus labios estaban azules y estaba muy pálido, aún así Rivers le sonrió.

—Aquí estoy, pequeña —quería llorar, le quitó la nieve de encima y lo ayudó a enderezarse, estaba muy frío.

Abril comenzó a quitarse sus propios abrigos, para cubrirla, le colocó su largo saco marrón, y sus guantes, también el gorro que llevaba puesto, guardó las pertenencias de la menor en sus bolsillos, pero no era suficiente, tenía que llevarla a un lugar con calefacción de inmediato, darle un baño caliente, cambiarse de ropa a una que no estuviera húmeda por la fría nieve.

The Alters [Rivari] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora