Capítulo Tres- Hipo

407 49 4
                                    

Buenas noticias!! Aún queda esperanza!! ^^

El viento soplaba con fuerza, azotando todo lo que había a su paso, incluso a los hombretones gigantes que estaban plantados (sujetándose con estacas) en medio del claro. Las ropas de piel marrones jugaban con las ráfagas a su antojo; pero ellos seguían con cara impasible.
Un poco más allá habían tres enormes jaulas de madera y de hierro. Se divisaba un poco de la piel de dragones tras los barrotes.
De todos modos, no había señal de sus enemigos y su intercambio.
-Hiccup- Estoico entró en la tienda donde su hijo, sentado con las piernas cruzadas y de espaldas, contemplaba todo por una pequeña y disimulada ventanita:- Parece que no van a venir.
-Vendrán- aseguró, con voz tranquila.
-Hijo... ¿Estás seguro de ésto?
-Ya te expliqué todo el plan, padre.- los murmullos de Hiccup, mayormente conocido como Hipo, podían intimidar más que los gritos.
-S-sí, hijo, pe-pero yo... Sabes que no se me dan bien éstas cosas...
-Lo sé- por primera vez en toda la conversación, lo miró:- Entonces déjalo todo en mis manos.
Su padre lo observó impresionado por un momento, para luego asentir con energía y salir de la tienda.
Hiccup regresó la vista al frente.
En todo aquel tiempo, había cambiado bastante. Ya no era un joven indefenso. Lo que antes era su debilidad, ahora era su fuerte. Cierto, todos los vikingos preferían el ataque directo y la fuerza bruta; pero alguien tenía que marcar en algún momento la diferencia. Su estilo calculador había incluso mejorado su manera de luchar, pues ya no pensaba como un vikingo, sino como... Hipo.
Lo sacó de sus cavilaciones una gran caravana de madera que atravesaba el claro en su dirección.
-¿Lo ves, padre?- susurró con una sonrisita triunfante.
Se lanzó hacia un lado para alcanzar el telescopio y miró por él.
Junto a la caravana habían ocho guardias: dos delante, dos detrás y dos por cada lado. No se tomarían tantas molestias si lo que contenía el carromato no fuese realmente valioso.
Aunque, claro, para las "cosas" que habían sustituido a los padres de Merida ella no era nada importante. Por eso decidió ponerla como moneda de cambio (quitando el hecho de que podrían haberla matado antes). Para tenerla a salvo y a su lado.
Desde su lugar observó como se intercambiaban los cuatro carros.
No se imaginan lo mal que les va a salir la jugada, pensó riendo.
Y era cierto: en el interior de aquellas caravanas estaban los tres dragones exigidos. Un individuo de cada raza de dragones MÁS poderosas. Los habitantes del reino de DunBroch, al no tener un hábitat especializado para ellos, y mucho menos experiencia, no tendrían nada que hacer. Los dragones se escaparían sin problema, regresando a salvo a Berk, su verdadero hogar, con las personas (y reptiles) que los querían.
Los vikingos se aseguraron de no bajar las armas hasta que sus enemigos estuvieran casi invisibles, cerca del paso por las montañas. Entonces, Hipo saltó de su sitio como un resorte.
Ya muchos se reunían alrededor de una figura acurrucada en una esquina de la caravana, aunque ninguno se había decidido a entrar.
Hiccup se abrió camino a empujones como pudo para intentar llegar a la que, esperaba, era su querida amiga.
Mas a penas pudo divisarla de reojo entre la multitud cuando un gran peso cayó sobre sus hombros haciéndolo besar (literalmente) el pasto del suelo. Tenía dos punzantes tacones de bota masculina en los hombros, y al mirar a su alrededor en busca de ayuda, vio, en shock, que un gran círculo de vikingos había quedado congelado.
-¡¿Pero q-qué?!
Un muchacho de cabello blanco se posó triunfante sobre la cabeza de Estoico, que estaba rojo de ira, y soltó varias carcajadas casi contagiosas.
-Fue más fácil de lo que pensamos, ¿no Eugene?
-¡Bien hecho, Jack!- felicitó la voz de quien estaba triturando sus hombros.
Espera, espera, ¿Jack Frost?

Brave StoriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora