¿Realidad?

128 3 0
                                    

Haberte pensado tanto me hizo llegar a este punto.
Haberte visto solo una vez en mi vida, me hizo querer regresar el tiempo y volver al día en que te conocí.
Solo para recordar una vez más tu aroma y la textura de tu piel cuando te acercaste a saludarme con un beso, o la suavidad de tus manos cuando tocaban las mías mientras bailabamos.

Todo ese conjunto de cosas detonó esta historia, todos esos pequeños recuerdos son los que hicieron que el día de hoy yo despertara emocionada;  contigo dando vueltas en mi mente.

Te conozco desde hace más de 5 años y hemos hablado casi a diario, somos muy buenos amigos a distancia, compañeros de trabajo y además compartimos muchas cosas en común. Nos entendemos perfecto, nos reímos mucho platicando por horas y nos ayudamos siempre en lo que ambos necesitemos; pero... Solo nos hemos visto una vez en la vida.

Con esa vez fue suficiente para darme cuenta de que habíamos hecho click al segundo de conocernos. Y con esa vez fue suficiente para saber que quería saber más de ti.

El día en que nos conocimos, estuvimos todo el tiempo juntos, platicando, bailando y hasta me acompañaste a mi habitación. Nos quedamos hablando en la puerta, hasta que a mi me ganó el sueño y nos despedimos.
Nada pasó ese día, todo terminó en un lindo abrazo y fin del cuento.

Todos estos años sin vernos creo que inconscientemente me han hecho extrañarte y querer verte de nuevo.
Tanto que terminé llamándote con el pensamiento.
Y así fue como ayer, justo ayer, estuviste en mi cama.

Tengo fresco en la memoria el color de tu traje... Gris claro, que combinaba perfecto con el tono hermoso de tu piel, corbata lisa y negra, tus gafas de siempre, las que te hacen ver intelectual e interesante.

Una copa de vino tinto en la mano te transformó en alguien sexy en cuanto la tomaste, te acercaste a mí y comenzamos a platicar como si el tiempo no hubiese pasado.

Justo terminamos nuestra junta de trabajo así que teníamos mucho tiempo para charlar y disfrutar de nuestra pequeña fiesta en el hotel donde nos hospedó la compañía.

Llega la noche y después de la cena y de unas copitas encima, decidimos ir al jardín del hotel a seguir nuestra charla.
Pasadas las horas sin aburrirme de ti en lo absoluto, me acompañaste a mi habitación, justo como sucedió en aquella primera ocasión; cuando te conocí....
Con la diferencia de que esta vez si pasó algo...

Recuerdo cada perfecto detalle y se me eriza la piel de solo pensarlo. Al subir las escaleras hacia mi habitación, llegó un punto en el que cada vez caminabamos más y más cerca, así que en el último escalón te pusiste frente a mí, con tu copa en la mano izquierda y una sonrisa hermosa, sin pensarlo me besaste.
Me acercaste fuertemente a tu cuerpo, con tu mano derecha rodeándome la cintura.

Y así, entre pasitos pequeños me llevaste poco a poco de espaldas hacia mi puerta. Seguimos besándonos; y con mis manos yo rodeaba tu cuello mientras apretabas mi cintura.

Abrí la puerta de mi habitación y sin dudarlo un segundo, me empujaste hacia dentro y cerraste con llave.

Lo siguiente que pasó ha sido justo lo que ambos queríamos desde el día uno...
Beso a beso me llevaste de espaldas a mi cama y al sentarme, te inclinaste un poco para dejar tu copa en la mesita de noche que estaba a un lado.

En ese punto ya me había perdido totalmente en ti, porque al inclinarte comienzas a quitarme los tacones con tal delicadeza, poco a poco y sin prisas.
Te pones de rodillas frente a mí y con tus suaves manos me quitaste las medias que llevaba puestas. Sentía el roce de tus dedos bajar lentamente entre mis piernas que inconscientemente se abrían ante ti como deseando que ahí te quedaras y que siguieras acariciándolas.

Después te levantas y te acuestas encima de mí, a lo que yo respondo jalando un poco tu camisa del cuello para besarte. Como pude pero rápido te quite la corbata y al pasarla tan cerca de mi cara, se quedó impregnado el aroma de tu perfume en mi nariz. Poco a poco sentía como nuestros latidos se hacían cada vez más fuertes y rápidos.
Mis piernas ya te rodeaban y te abrazaban, aferrándose a tu cuerpo para que no te detuvieras.

Lentamente subiste esa minifalda gris que me puse y que sin querer combinaba perfecto con tu pantalón. Para ese punto ya te estorbaba y tus manos jugaban con ella hasta que lograron entrar en mí.
Esos dedos suaves y delicados me tocaban como jamás nadie lo había hecho. Fuiste tan sutil pero tan fuerte a la vez que mis piernas en lugar de seguirte abrazando, comenzaron a abrirse poco a poco para disfrutar el sentir de tus manos.
Debajo de esa falda había una fiesta de placeres que tú habías iniciado y que parecías disfrutar tanto como yo lo hacía.

Gemías cada que uno de tus dedos se hundía dentro de mí y hacías que yo mordiera mis labios y jalara tu cabello. Era tanta la exitación de los dos que tu erección se veía en ese pantalón gris, ese pantalón que te arranqué como pude con desesperación.

Comencé a tocarte y a gemir y gemir de verte a ti cada vez más extasiado.
Al sacar tu mano, inmediatamente te tumbas más arriba de mí para poder penetrarme. Entraste fuerte y de golpe, tan fuerte que grité al sentirte tan adentro.
En ese momento mi cuerpo ya era totalmente tuyo;  te pertenecía a ti y a esos exquisitos movimientos de cadera que me balanceaban en la cama con cada hundida.

La poca ropa que nos dejamos puesta seguía viéndose sexy; seguíamos pareciendo elegantes y formales, pero nuestros cuerpos medio desnudos haciendo el amor le añadían adrenalina a la escena de saber que estabas ahí en mi habitación después de haberte visto en la reunión de las 4 de la tarde.

Continuamos haciéndolo, mis pechos se movían al ritmo tus movimientos, al ritmo de cada penetración, de cada hundida...
Se movían tanto que te acercaste a tocarlos y besarlos. Justo ahí sentí tu abdomen sudando y tu pecho caliente sobre mí, que cada centímetro de mi piel se erizaba rápidamente.

Nos volvimos locos, yo no dejaba de gemir y de pedirte que siguieras. Tú me besabas y me mordías los pezones con tal sensualidad que sentí que se me iba el alma... Lo recuerdo y se me acelera el corazón de lo perfecta que está esa imagen en mi mente.

Seguimos; pero ahora de rodillas en la cama, te pusiste detrás de mí, me apretaste fuerte hacia ti para poder besarme y así, en esa posición seguiamos con lo nuestro. Con una mano acariciabas mi cintura para luego pasarte por mis pechos y apretarlos para hacerme gemir, como si el placer no fuera suficiente.
Con la otra mano, abriste mis piernas y agilmente levantaste de nuevo esa hermosa minifalda gris para poder seguir tocando lo que se escondía debajo de ella.

Era un deleite para mi entrepierna sentir las yemas de tus dedos jugar ahí dentro y era perfecto cada toque que yo no dejaba de pedirte más y más.
A lo que me respondes sacando rápido la mano, para chupar tus dedos y llenarlos de saliva. En seguida los metiste muy rápido y fuerte en mí... Me penetrabas duro con esos dos dedos que en cuestion de minutos mis caderas ya temblaban al punto de querer encorvarme.

Rápidamente me agachas hacia enfrente para tomar mis caderas con tus manos. Y comienzas a penetrarme una vez más.
Estabamos en el punto máximo del éxtasis que yo mordía las sábanas y tu gemías cada vez más fuerte, hasta que terminamos...
Y así pasó lo que tanto habíamos deseado hacer desde el día en que nos conocimos.

El deseo de estar juntos era tan grande que esta noche lo demostramos y lo hicimos realidad...

Recuerdo cada detalle, cada imágen y cada sonido; el olor de tu piel, el perfume que usas, el vino tinto que tomaste, tu voz susurrándome al oído aún hace que se erice mi piel. Y lo recuerdo perfecto, porque todo sigue intacto en mi mente, como lo que fue...
Una realidad en mis sueños.

¡Oye! Te soñé.

Te soñéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora