Capítulo 12 🔱

390 50 31
                                    


«Ninguna causa está perdida mientras haya un insensato luchando por ella». 

—Will Turner.

Rowena

La ligera luz del sol se esparció por el pasillo antes de los esperado, anunciando el amanecer de un nuevo día. No hay calidez en su bienvenida, su toque helado cae sobre mi tez como una ola de invierno. Me mantengo firme en mi lugar a pesar del frio que recorre mi columna vertebral, con la cabeza en alto, y un gran impulso de jalar el gatillo de las armas que sostengo.

Sin embargo, mi mente me lo impide, no por piedad, es por lógica que me contengo.

No es para nada estratégico de mi parte derramar su sangre justo ahora, pero no tengo la menor duda de que si intentan algo que cambie el curso de mi plan, acabare con ellos dos sin algún tipo de remordimiento, porque cualquier sentimiento arraigado a la hermandad murió con la parte de mi infancia que ellos me arrebataron.

Bajo mis armas y las guardo en su lugar, siendo víctima de sus miradas satisfechas al verme ceder. Si pudiera, les arrancaría esa expresión de sus rostros de un solo golpe, pero soy más inteligente que eso.

—Cuidado. Les estoy dando solo un segundo de satisfacción —digo, señalándolos—. Solo porque les estoy extendiendo la mano no significa que ustedes puedan tomar mi brazo completo.

La sonrisa de Amara se hizo más grande al entender mi metáfora.

—Deja la desconfianza, Rowena. Estás en tu casa —dijo de la forma más cínica que pude escuchar. —. Vinimos con las mejores intenciones para darte la bienvenida.

Casi me reí.

—Ni tú te crees tus palabras, Amara —La encare, sabiendo exactamente porque habían hecho todo este espectáculo. Me cerciore de eso al verlos a ambos juntos. —. Ustedes les ordenaron a los guardias que se fueran. Quieren aprovechar el amanecer para ser los encargados de escoltar a mi tripulación, a mí. Los emperadores no se tomarían tantas molestias.

Escuche a Ragnar reír a mis espaldas, sorprendido de una forma grata.

—Papá no mentía cuando dijo que no perdió su encanto.

—En efecto —Ella se dio unos pasos, acortando la distancia entre nosotras. —. Tanto ingenio desperdiciado en una criminal.

Venenosa. Igual que su madre.

—Me vas a hacer llorar con tus halagos —ironice, limpiando una lagrima imaginaria. —. Quisiera abrazarte.

—¿Y arriesgarme a que me contagies tus aires de ordinaria? —increpo, altanera. —. Ya quisieras tú.

—Uf, yo pagaría por ver eso.

Abrió los labios con intención de seguir escupiendo veneno, pero no la deje porque quería verla quedarse con la palabra en la boca.

—No te preocupes, no gastaría mucho.

Sus cejas se juntaron demostrando que la moleste un poco y sus mejillas se tiñeron de rojo, mas no decidió seguir discutiendo conmigo.

—Como veo que te comió la lengua un ratón, ¿Por qué no retoman lo que iban a hacer? —pregunte, dando unos pasos hacia atrás. Me di la vuelta y emprendí camino solo para pasar por un lado de Ragnar. —. Escóltennos.

—Tienes razón, ya es hora. Además, será una experiencia bastante amena conocer a las mujeres que te acompañan —dijo el, con un tono sugerente. Reconocía el trasfondo oscuro de sus palabras, y mi sangre hirvió dentro de mis venas. —. Los guardias hablan mucho, querida hermana.

La Venganza De Los Siete Mares ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora